Ya que la Matriz Divina refleja constantemente nuestras creencias, sentimientos y emociones a través de los eventos de nuestras vidas, el mundo cotidiano nos provee sabiduría sobre los dominios más profundos de nuestro propio ser. En nuestros reflejos personales nos muestra nuestras verdaderas convicciones, amores y temores. El mundo es un espejo poderoso (y a menudo literal), un espejo que no es siempre fácil encarar. Con total honestidad, la vida nos ofrece una ventana directa en la realidad de nuestras creencias, y a veces nuestros reflejos nos llegan en formas que jamás esperaríamos.
Recuerdo un incidente que ocurrió en el supermercado Safeway en un suburbio de Denver en una tarde de 1989. Me detuve camino a casa del trabajo como lo hacía a menudo para hacer compras para la cena. Mientras deambulaba por la sección de comida enlatada, retiré la mirada de mi lista de compras lo suficiente como para darme cuenta que estaba solo en el pasillo, excepto por una joven madre con una niña sentada en el carrito de compras. Era evidente que llevaban prisa y parecían tan felices como yo de andar de compras al final de un largo día.
Cuando regresé mi atención a comparar los nombres en mi lista con los de las latas en los estantes, de repente quedé perplejo ante el sonido de un alarido infantil. No se trataba de un simple chillido: el volumen y la intensidad rivalizaban con la voz de Ella Fitzgerald en su comercial televisivo de Memorex. La niña estaba sola en el carrito y estaba aterrorizada..., absolutamente aterrorizada. Al cabo de unos segundos, la madre apareció para calmarla. De inmediato, la niña dejó de gritar y la vida volvió a ser normal para todo el mundo.
Aunque todos hemos visto eso antes, esa tarde, algo me pareció distinto. Por alguna razón, en vez de simplemente ignorar un incidente tan común, observé verdaderamente lo que estaba ocurriendo. Mis ojos recorrieron el pasillo como por instinto. Todo lo que vi fue que la madre se alejó momentáneamente del carrito, dejando a su hija de dos o tres años sola por un momento. Eso fue todo; simplemente, la niña estaba sola.
¿Por qué tenía tanto miedo? Su madre acababa de alejarse de su vista por un instante estaba a la vuelta en otro pasillo.
¿Por qué una niña, rodeada por un mundo de latas coloridas y de lindas etiquetas, y sin nadie que la desanimara a explorarlas, tenía tanto miedo de una situación así? ¿Por qué no dijo para sí algo como: Estoy aquí sólita con estas hermosas latas rojas y blancas de sopa de tomate. Creo que exploraré cada fila, una por una, ¡y me divertiré mucho!?
¿Por qué el prospecto de estar sola, siquiera por un momento, le tocó una fibra tan interna a esa edad tan tierna que su instinto fue gritar al máximo de sus pulmones?
Otra tarde, programé una sesión de consejería con una mujer de unos treinta y tantos años con quien había trabajado ya muchas veces antes. Nuestra cita comenzó como siempre: la joven se relajaba sentada en la silla de mimbre al frente mío, y yo le pedía que me describiera lo que había ocurrido durante el transcurso de la semana desde la última vez que habíamos hablado. Comenzó a hablarme sobre su relación de casi 18 años con su esposo. Habían peleado casi durante todo el matrimonio, a veces incluso hasta la violencia.
Ella estaba en el lado receptor de lo que parecía un criticismo diario de todo lo que ella hacía, desde cómo se vestía hasta cómo manejaba la casa y cocinaba. Incluso en la cama, decía que se sentía que nunca era lo suficientemente buena.
Aunque el trato que estaba describiendo no era nada nuevo en su relación, durante la última semana había escalado. Su esposo se enojó cuando ella lo enfrentó con preguntas sobre sus "horas extras" en la oficina y las llegadas tarde. Ella se sentía miserable con el hombre que había amado y en el que había confiado por tanto tiempo. Ahora su miseria se complicaba ante la inminente amenaza de daño físico como resultado de las emociones descontroladas de su esposo.
Después de lanzarla al piso durante el momento más acalorado de su última discusión, su esposo se había ido de la casa a vivir con un amigo. No dejó número de teléfono, dirección, ni señal alguna de que pensaba volver, sólo se había ido. El hombre que hacía tan miserable la vida de esta mujer y por tanto tiempo, quien la había amenazado con estallidos poderosos y abuso, se había ido finalmente.
Mientras ella describía su partida, yo estaba esperando alguna señal de alivio. Sin embargo, algo sorprendente comenzó a suceder. La mujer comenzó a sollozar inconsolablemente ante el hecho de que él estuviera fuera de su vida. Cuando le pedí que me describiera lo que sentía, lo que escuché no fue el alivio que esperaba. En lugar de eso, me dijo que estaba experimentando el dolor de la soledad y la nostalgia. Comenzó a describir que se sentía "destrozada" y "totalmente devastada" por la ausencia de su esposo. Ahora, ante la oportunidad de vivir libre de criticismos, insultos y abusos, estaba sufriendo, ¿por qué?
La respuesta al "por qué" en las dos situaciones que acabo de describir, es la misma. Por muy distintas que parezcan las dos situaciones, un nexo las une. Hay grandes posibilidades de que el terror que la niña sintió en el pasillo del supermercado y la devastación que sintió la mujer cuyo esposo abusivo la dejó, haya tenido muy poco que ver con la persona que las abandonó en esos momentos. La madre de la niña y el esposo de la mujer sirvieron ambos como catalizadores de un patrón sutil, pero poderoso, que está tan profundamente arraigado en el interior de cada uno de nosotros, que es prácticamente irreconocible..., a menudo completamente olvidado.
* Ese patrón es el miedo. *
Y el miedo tiene muchas máscaras en nuestra cultura. Aunque juega un papel clave en la forma en que construimos todo, desde nuestras relaciones y nuestras carreras, hasta nuestros romances y la salud de nuestros cuerpos, el miedo surge casi a diario como un patrón en nuestras vidas que no reconocemos. Pero curiosamente, ese patrón quizá ni siquiera es nuestro.
Cuando nos damos cuenta que una experiencia nos ha tocado y hace que surjan emociones negativas poderosas en nuestras vidas, podemos estar seguros que no importa lo que pensemos que haya causado que surja el miedo, hay muchas posibilidades de que algo distinto esté en juego, algo tan profundo y primario que es fácil ignorarlo..., hasta que se cruza en nuestro camino de forma evidente.
Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden
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