*
Alexandre Jollien: Que los amo incondicionalmente: “Aunque quemes la casa, ¡te amaré igual!”, les digo.
Vigile…
“¡Pero procura que no suceda!”, añado, ja, ja… Y les pido perdón por mis imperfecciones, debilidades y errores. Y les enseño ejercicios espirituales.
Cuénteme uno.
Cada mañana me pregunto: “¿A quién puedo ayudar hoy?”. Y siempre encuentro a alguien.
Dos.
Cada mañana me pregunto: “¿De qué objeto puedo despojarme hoy?”. Tengo muchos libros, y cada día regalo uno a alguien.
Tres.
Una vez por semana busco, entre mis contactos telefónicos, al que pueda estar más solo y necesitado. Y le llamo.
Cuatro.
Con mis hijos, tomamos tres libros de casa, insertamos un billete de 10 francos en cada uno y los regalamos a tres mendigos. ¡Uno se ha aficionado a Séneca: me alegró verlo!
Cinco.
Les enseño a mis hijos que “el Buda no es el Buda, por eso le llamo Buda”. O sea, “Víctor no es Víctor, por eso le llamo Víctor”.
Explíquemelo.
Enseña a tomar una distancia alegre, es una invitación a la libertad: ¡vive sin máscaras, sin interpretar personaje alguno!
¿Se puede vivir sin máscaras?
Los niños lo hacen. Y es genial. Ser simple, ligero, qué maravilla.
¿Cuál diría que es la máxima virtud?
La bondad.
¿Por encima de la inteligencia?
La suprema inteligencia se llama bondad.
Extracto de una entrevista en La Vanguardia con Alexandre Jollien, filósofo.
Imagen: Marianna Stelmach (vuzel)
VÍA PLANO CREATIVO
No hay comentarios:
Publicar un comentario