Ultimamente he leído esta frase tan significativa a alguien de la solvencia de Ramiro Calle. Todos los que, llegado un momento, decidimos salirnos de los cauces convencionales de entender la vida pasamos por los momentos esos tan bonitos de “… pero, ¿de verdad crees eso?”, o “no sabía que eras tan frikie“, ( esta frase me la regaló un amigo cuando intenté explicarle que había llorado leyendo a Thich Nhat Hanh).
Aquí yo veo un peligro: he visto casos de personas que, ante la incomprensión, hacen todo lo que pueden por separarse de la sociedad en general y crean su propia realidad. Para mí, es importante la idea que resume tan bien el conocido dicho sufí… “hay que Estar en el mundo, pero sin Ser del mundo”. Pues eso.
No hay caminos universales para encontrar la Verdad. No encontrará la Luz igual un habitante en una selva africana, que un urbanita en el centro de Barcelona. No obstante, la semilla de la espiritualidad sí brilla en cada uno de nosotros: quizás en algunos más que en otros, por motivos que tal vez no conozcamos.
Precisamente en los seres que son más sensibles es más acuciante la necesidad de no perder el tiempo, de encontrar un camino de ida… y seguramente de vuelta, a fin de ayudar al resto. Un destino así debe confortar en los peores tragos: no hay misión más noble.
Ojalá sea así.
Más información: Hermandad Blanca
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