LA CONCIENCIA DE GAIA
Proyecto Conciencia Global (PCG)
¿Existe una conciencia colectiva incipiente que conecta el psiquismo de todos los individuos? ¿Incluye esta red psicoespiritual al resto de los seres vivos? ¿O lo que en realidad estamos detectando es el nacimiento de una mente planetaria que se corresponde con ese superorganismo que sería la Tierra?
Carl G. Jung lo propuso como teoría científica de lo que llamó «psicología profunda»: más allá de la conciencia y del inconsciente individual, todos compartiríamos una misma mente, el inconsciente colectivo.
Esta hipótesis nació de la interpretación de un sueño que, en una cultura precientífica, hubiese sido percibido como revelación. En ese sueño, Jung exploraba una casa (mente personal), descendiendo desde la planta alta (conciencia), hasta el sótano (inconsciente individual), donde descubría una trampilla.
Debajo había un subterráneo de aspecto muy arcaico que se extendía más allá de los límites de la casa: un subsuelo compartido por todos los individuos. El idioma a través del cual ese psiquismo haría llegar sus mensajes a la conciencia serían los símbolos, sustentados por formas autónomas y universales de representación, que Jung denominó arquetipos.
Según él, éstos no cambian con las épocas y las culturas. A diferencia de la conciencia individual, el inconsciente colectivo sería inmortal y atesoraría toda la experiencia viviente.
Esta teoría es la forma en que nuestra cultura científica describe una entidad, captada intuitivamente por los hombres de las culturas anteriores, a la cual se han dado los más diversos nombres.
Registro akásico, anima mundi o éter reflectante, entre otros, sólo son distintas maneras de denominar lo mismo: una memoria planetaria o cósmica que registraría la experiencia del colectivo viviente. Pero, ¿sólo la memoria? Evidentemente, no. Dicha entidad responde a las preguntas y nos hace llegar mensajes inesperados.
No sólo opera como un sustento básico del psiquismo personal, sino que también incluye una dimensión superconsciente. En tanto origen, equivale a Alfa, pero como ente que también conoce el futuro también es Omega. Si Jung advirtió este hecho -e incluso se preguntó si lo que él, como científico, llamaba inconsciente colectivo no sería lo mismo que desde la experiencia mística otros llamaban Dios-, el jesuita Teilhard de Chardin lo convirtió en una teoría creacionista de la evolución.
Según su propuesta, a lo largo del tiempo el mundo pasaría por tres grandes fases: litosfera (formación del soporte mineral), biosfera (el fenómeno de la vida) y noosfera (progresiva evolución de las conciencias hasta articular una única mente planetaria).
Por lo tanto, la aventura del Cosmos consistiría en un viaje que va desde el Alfa hasta el Omega. La telepatía y otras facultades paranormales serían manifestaciones incipientes de la progresiva formación de esa supermente, recientemente vislumbrada por los investigadores del Proyecto Conciencia Global (PCG), antes citado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario