Pausado. Sereno. Así marchaba aquél día el sabio Maestro por el solitario sendero cuando, de pronto, fue alcanzado por un dicharachero caminante.
Este último no sólo vestía costosos y llamativos ropajes sino que, además, su atuendo de vanidosa petulancia delataba a simple vista la pobreza de su espíritu.
Mirando críticamente al mesurado y apacible Maestro, le preguntó:
--¿Cómo es que vas tan solitario por este camino, amigo?
El viejo Maestro respondió: solitario es siempre el camino de quien auténticamente busca el regreso a casa...
No comprendiendo el singular sentido de esa respuesta, el joven replicó:
--Yo voy solo ahora porque me encontraré con mis amigos en el siguiente pueblo. Amigos que, además de numerosos, son de alta alcurnia, les cobija el abolengo de grandes apellidos, y son dueños de fuertes capitales e industrias en la región. Si necesito algo, basta con mencionarlo para recibir ayuda y apoyo. Pero y tú, ¿dónde has dejado a tus amigos? -finalizó el impertinente, echando una mirada lastimera a la sobria vestimenta del Maestro.
--A mis amigos no los compra el dinero, ni las alcurnias, ni las posesiones. Mis amigos están libres de todas esas convenciones, y siempre van conmigo...
--¿Ah, sí? Contestó nuevamente el joven. ¡Dime dónde están esos amigos, no les veo por aquí!
--Mis amigos se ven tan sólo con los ojos del alma -respondió apaciblemente el Maestro.
--¡Qué misterioso! Si no puedo verles, ¡entonces háblame de ellos! -insistió el joven curioso.
--Mi primer y gran Amigo es el Silencio. Antes que tú llegaras, estaba conmigo. Me acompaña a menudo. Me descubre verdades que no encuentro en los libros, sino que van guardadas en mi corazón. Me abre las venturosas páginas de cada día, y me muestra las riquezas que vienen constantemente a mi encuentro.
Me invita a apreciar la serena belleza de un atardecer, y me hace deleitarme con el sonido de la lluvia… Me permite observar la frenética danza de las hojas presagiando una tormenta… y me ayuda a asomarme a mi interior para descubrir las riquezas que llevo dentro.
Estando con él llegan entrañables amigos y amigas, como la Paz y laTranquilidad. ¡No sabes cómo me ayuda el reencontrarme con ellas! Si el camino se vuelve ruidoso y azaroso, esas amigas me consuelan: son mi bálsamo preciso cuando el sendero se torna nebuloso y complicado…
A través del Silencio –continuó el viejo Maestro-, he conocido también a otro par de grandes amigos: el Perdón y la Apertura de Conciencia. El primero no llega sino acompañado de la segunda; no puedes albergar perdón en tu corazón, si primero no abres tu mente para comprender las razones del otro y perdonar actitudes erróneas.
Dos personajes más que mi amigo el Silencio me ha presentado, son la Fortaleza y el Entusiasmo. En medio del cansancio y la desesperanza que este largo caminar pueda presentarme, este último par de amigos me son imprescindibles para recobrar aliento y seguir adelante…
--¡Ahora veo por qué tus amigos no se compran con dinero! –interrumpió finalmente el joven caminante.
--No, dijo el viejo Maestro. Lo único que cuesta es ir primeramente al encuentro de tu amigo el Silencio. Olvidar el ruido de las tertulias y el barullo exterior, para escaparte a estar con él, cual aprendiz de sabio. Una vez que le conoces se convierte en tu gran Maestro y amigo: el Silencio…
Este último no sólo vestía costosos y llamativos ropajes sino que, además, su atuendo de vanidosa petulancia delataba a simple vista la pobreza de su espíritu.
Mirando críticamente al mesurado y apacible Maestro, le preguntó:
--¿Cómo es que vas tan solitario por este camino, amigo?
El viejo Maestro respondió: solitario es siempre el camino de quien auténticamente busca el regreso a casa...
No comprendiendo el singular sentido de esa respuesta, el joven replicó:
--Yo voy solo ahora porque me encontraré con mis amigos en el siguiente pueblo. Amigos que, además de numerosos, son de alta alcurnia, les cobija el abolengo de grandes apellidos, y son dueños de fuertes capitales e industrias en la región. Si necesito algo, basta con mencionarlo para recibir ayuda y apoyo. Pero y tú, ¿dónde has dejado a tus amigos? -finalizó el impertinente, echando una mirada lastimera a la sobria vestimenta del Maestro.
--A mis amigos no los compra el dinero, ni las alcurnias, ni las posesiones. Mis amigos están libres de todas esas convenciones, y siempre van conmigo...
--¿Ah, sí? Contestó nuevamente el joven. ¡Dime dónde están esos amigos, no les veo por aquí!
--Mis amigos se ven tan sólo con los ojos del alma -respondió apaciblemente el Maestro.
--¡Qué misterioso! Si no puedo verles, ¡entonces háblame de ellos! -insistió el joven curioso.
--Mi primer y gran Amigo es el Silencio. Antes que tú llegaras, estaba conmigo. Me acompaña a menudo. Me descubre verdades que no encuentro en los libros, sino que van guardadas en mi corazón. Me abre las venturosas páginas de cada día, y me muestra las riquezas que vienen constantemente a mi encuentro.
Me invita a apreciar la serena belleza de un atardecer, y me hace deleitarme con el sonido de la lluvia… Me permite observar la frenética danza de las hojas presagiando una tormenta… y me ayuda a asomarme a mi interior para descubrir las riquezas que llevo dentro.
Estando con él llegan entrañables amigos y amigas, como la Paz y laTranquilidad. ¡No sabes cómo me ayuda el reencontrarme con ellas! Si el camino se vuelve ruidoso y azaroso, esas amigas me consuelan: son mi bálsamo preciso cuando el sendero se torna nebuloso y complicado…
A través del Silencio –continuó el viejo Maestro-, he conocido también a otro par de grandes amigos: el Perdón y la Apertura de Conciencia. El primero no llega sino acompañado de la segunda; no puedes albergar perdón en tu corazón, si primero no abres tu mente para comprender las razones del otro y perdonar actitudes erróneas.
Dos personajes más que mi amigo el Silencio me ha presentado, son la Fortaleza y el Entusiasmo. En medio del cansancio y la desesperanza que este largo caminar pueda presentarme, este último par de amigos me son imprescindibles para recobrar aliento y seguir adelante…
--¡Ahora veo por qué tus amigos no se compran con dinero! –interrumpió finalmente el joven caminante.
--No, dijo el viejo Maestro. Lo único que cuesta es ir primeramente al encuentro de tu amigo el Silencio. Olvidar el ruido de las tertulias y el barullo exterior, para escaparte a estar con él, cual aprendiz de sabio. Una vez que le conoces se convierte en tu gran Maestro y amigo: el Silencio…
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