La Tradición Sufí no es una religión ni un culto. Es una filosofía de vida y su objeto es ofrecer al hombre una vía, un camino práctico que le permita alcanzar un grado de conciencia superior y, por medio de este estado elevado de conciencia, comprender su relación con el Ser Supremo.
Esta filosofía se ha transmitido durante siglos, conserva su antigua calidad y sus secretos antiguos han sido custodiados a fin de que esté disponible, inmutable y limpia para aquellos que buscan una sabiduría más profunda a través de una conciencia profunda.
La Tradición sostiene que el hombre, en su estado presente, es un ser condicionado: condicionado desde que nace, a aceptar -la mayoría de las veces sin cuidado ni referencias- una cantidad de actitudes, puntos de referencia y teorías que traban sus pensamientos y acciones a lo largo de toda su vida. Este condicionamiento no es del todo malo o negativo. Un poco de condicionamiento es necesario. La fe, la piedad, la disciplina, la confianza, la obediencia y el orden son todas cualidades nobles que deberían enseñarse, aprenderse y ponerse en práctica.
Sostenemos que la pureza del ser interior del hombre, en armonía con el Diagrama del Maestro Diseñador, puede sacarlo de lo mundano y protegerlo de la corrupción y la contaminación del “mundo externo”. Esto no significa que sea necesario retirarse a una cueva en la montaña o a una ermita. Al contrario, implica ser un miembro pleno y mejor de la sociedad: “estar en el mundo sin ser del mundo”, seguir Reglas y disciplinas que produzcan paz interior y, por medio del ejemplo, instruir a otra gente digna, con humildad e intención; escuchar la voz de la Naturaleza para que los secretos de la Tradición puedan ser conocidos, pero sólo por aquellos cuya intención sea pura y por quienes puedan jurar -que el Señor de la Vida sea testigo- que usarán la Sabiduría bien y de buena fe.
Desde la antigüedad, los dichos de Ex Oriente Lux han inspirado a muchos santos y sabios a buscar el acorde de armonía que uniera Oriente con Occidente para beneficio de ambos. San Francisco de Asís debatía con sabios árabes y khorasanos; Ignacio de Loyola mantenía correspondencia con Maestros de la Tradición; el Emperador Federico el Grande tenía un consejero árabe; durante el desdichado período de las Cruzadas, los Templarios y los Hospitalarios celebraban cónclaves secretos para evitar excesos trágicos en ambos lados.
Ya es historia que en la Tradición, el piso en forma de tablero de ajedrez es una característica de ciertas “tekkias” o “lugares de reunión y poder”: en estos casos, el color negro representa la sabiduría y el trabajo continuo y el color blanco, la alegría y la Estrella de la Mañana.
Una persona digna que entra en la Tradición debe hacerlo libremente, no por haber sido inducida o porque le hayan hecho promesas. Está ligada por un juramento a buscar el conocimiento profundo y una conciencia permanente, de manera tal que pueda progresar y, al hacerlo, tener una influencia en su prójimo.
Un Maestro en al Tradición es alguien que ha sido sometido a un entrenamiento altamente preciso, tanto en su vida interna como externa o mundana. Su mandato de enseñar viene de una fuente de autoridad intachable y en todo momento y en todos sus actos responde ante el Gran Diseñador.
La Tradición Sufí no es de ninguna manera incompatible con la vida cotidiana o con actividades loables dentro de la comunidad. Por cierto, la aspiración de cada Sufí es desarrollar la conciencia interna de nuestro Creador Divino y, a través de la aproximación a este conocimiento, se hace un bien a sí mismo, a sus allegados y seres queridos y a su comunidad. Esta adhesión al camino Sufí nunca debe producir conflicto con los poderes de la Naturaleza, ni suprimir la conciencia profunda.
La Tradición se ofrecen a Occidente con sinceridad y con un propósito profundo. Si el mensaje Sufí encuentra eco en occidente, entonces que su fraternidad trascienda el tiempo y la distancia y que el hecho de compartir los secretos brinde a este planeta el Divino Favor .
TOMADO DE LA WEB
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