Leon Tolstoi
Un Cuervo y una Cuerva hicieron su nido en una isla y cuando el Cuervo quedó viudo, quiso transportar el producto de su matrimonio a tierra firme. Primero tomó a uno de sus hijos, y con él atravesaba el mar, pero llegado a la mitad del camino, sintiose fatigado, acortó su vuelo y pensó:
“Ahora que soy fuerte y él es débil, puedo llevarle; pero cuando la vejez me debilite, ¿se acordará de mis cuidados y me llevará de un lugar a otro?” Entonces preguntó a su hijo: – Cuando seas fuerte y yo débil, ¿me llevarás así? Responde con franqueza.
El pequeño, con el temor de lo dejase caer al mar, le contestó:
-¡Si te llevaré! Pero el Cuervo no le creyó a su hijo y abrió las garras. Como una piedra, el hijo cayó en el agua y se ahogó.
El Cuervo volvió a la isla, tomó a otro pequeño y comenzó a volar, por segunda vez, sobre el mar. De nuevo, fatigado, preguntó a su hijo: -¿Cuando sea viejo, me llevarás de un sitio a otro a otro sitio, como hoy lo hago contigo? Con el mismo temor de su hermano, el cuervo hijo respondió: -Sí, estoy seguro que lo haré. El padre tampoco le creyó y le soltó.
Cuando regresó a la isla, en el nido sólo había un pequeño. Tomó a su último hijo y dirigió su vuelo nuevamente hacia el mar. Otra vez fatigado, preguntó al último pequeño:
-¿Me mantendrás en mi vejez y me transportarás así cuando esté débil? Y el joven cuervo respondió:
-¡No!
-¿Por qué? – azorado le preguntó su padre.
- Cuando seas viejo, yo seré fuerte, tendré un nido mío y acaso mis hijos, a los que habré de transportar como tú lo haces conmigo. Entonces pensó el Cuervo: “Ha dicho la verdad. En recompensa quiero llevarlo hasta la orilla.”
Y así lo hizo, dejando en tierra firme al joven pájaro.
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