Siempre me pareció aleccionador aquel hecho del sabio Diógenes en la plaza de Atenas.
Salió a la plaza al mediodía de un día de sol radiante con una lámpara en sus manos buscando algo.
Cuando alguien le preguntó “Diógenes, ¿qué estás buscando con esa lamparita aquí en la plaza inundada de sol?”, el sabio le respondió: “Estoy buscando un hombre.”
“Pero ¿acaso no ves que la plaza está llena de hombres?”
“No -respondió el sabio-. Ésos no son hombres. No saben lo que son.”
Diógenes afirmaba que para ser hombre hay que saber qué somos.
Por nuestras calles y plazas circulan muchas figuras de hombres y mujeres. Pero son muy pocos los que son humanos de verdad, porque son mayoría los que no saben qué son, ni quiénes son.
Y no es un conocimiento teórico intelectual el que nos constituye como seres humanos, sino una experiencia viva y vivencial en cada momento de nuestra existencia.
No es necesario ir a colegios o universidades para tener este conocimiento. Sólo se requiere retirarse a solas y preguntarse “¿qué es lo que hay en el fondo de mí, más profundo que mi propio cuerpo, mis pensamientos, emociones…?”, “¡qué es aquello que aunque cambie mi cuerpo, mi mente y mis emociones permanece ahí fijo e inalterable?”.
Aquello soy Yo.
Darío Lostado
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