La cárcel de la persona perfecta. Es la que aprisiona a los que no pueden cometer errores, a los que no pueden llegar nunca tarde, a los que no pueden reprobar una materia, a los que no pueden actuar en forma diferente de la imagen que se tiene de ellos, a los que no pueden perder un juego sin sentirse mal, sin sentir que han defraudado la confianza de los demás. A los que pueden suicidarse por no ser perfectos.
La cárcel de la vergüenza. ¿Se acuerda usted de aquellas películas mexicanas en las que el hijo de una familia pobre iba a la capital a estudiar y allá conocía a una muchacha de una familia rica con quien finalmente se casaba; pero que, lleno de vergüenza, inventaba mentiras para no dar la imagen de que venía de una familia pobre? Estas películas reflejan claramente la construcción de una cárcel cuyo punto de partida es una situación, una deficiencia, una actuación de la que nos da vergüenza hablar, que nos gustaría que no existiese y, mucho menos, que se supiese de ella.
La cárcel de la pena. Ante la muerte de un ser querido, hay personas que construyen su cárcel alrededor de la pena que sienten. Por años se visten de negro, no van a reuniones, mucho menos a fiestas, les da pena sentir alegría pues temen que, al hacerlo, ofenden la memoria del ser querido. Si queremos que nuestra vida tenga sentido debemos dejar de atormentarnos; recuerde que nosotros somos, a veces, nuestros peores enemigos; y la culpa es el arma principal para la tortura autoinfligida.
La cárcel de la ignorancia. Es la que atrapa a los que no saben, a los que no pueden aspirar a más en su trabajo, a los que laboran en trabajos rutinarios y mal pagados. Estimado lector: la educación es el gran factor de cambio positivo para las personas. Hagamos todo lo necesario para educarnos continuamente, para ser mejores, para valer más. El antídoto para esta cárcel es estudiar, leer y volver a leer y aprender de la experiencia de los demás.
Hay muchos otros tipos de cárceles:
La cárcel del fanatismo. Es la que encierra a quienes defienden con excesivo celo y apasionamiento una creencia, una causa, una religión, una doctrina.
La cárcel de la culpa. Es la que sirve de morada a quienes viven con el eterno si: ¡Si hubiera cuidado a mi papá!, ¡Si hubiera conducido más despacio!, ¡Si… ¡
La cárcel de los vicios. Es la que sirve de residencia a individuos que se destruyeron a sí mismos, a sus familias, a su comunidad, a su país.
La cárcel del sufrimiento enfermizo. la cárcel del trabajo rutinario y sin realización. Y… ¡tantas cárceles más en las que caemos!
Estimado lector: mi mejor deseo para usted y para su familia es que su vida no se desenvuelva entre prohibiciones y cárceles; sino que, esté llena de razones para vivir; que tenga la fortaleza interior y la confianza en usted mismo, para perdonar y olvidar. Que tenga la intuición que le permita detectar y evitar todas las cárceles que le presente la vida.
Ramón de la Peña
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