Cuando hablamos de valor no debemos confundirnos y pensar en el precio, hemos de pensar si nuestra vida tiene valor suficiente como para ser vivida, vamos, que si nuestra vida “vale la pena”.
No nos engañemos ni seamos simplones, hay vidas que no valen la pena, y por eso nos negamos a vivirlas, pero hay que ser muy valiente para no caer en la temeridad de vivir una vida vacía y sin alicientes, una vida átona, una vida muerta. Y el problema es que si no nos preguntamos qué valor tiene nuestra vida, es posible que cuando nos demos cuenta de que no vale la pena, casi no tengamos tiempo de vivirla como desearíamos.
Publicado por Miguel Ángel Raya Saavedra
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