Entre las figuras mitológicas que más han despertado mi interés se encuentra -desde hace años- Circe, esa hechicera citada en la Odisea de Homero que tanto nos cuenta sobre nuestra propia naturaleza y sobre los efectos que tiene sobre ella el dejarnos llevar por nuestros más bajos instintos.
La versión del mito aquí expuesta está edulcorada –como casi siempre, lo recuerdo para los nuevos- para poder explicársela a mis hijos de un modo que la comprendieran y les resultara útil. Dice así:
Hace mucho, mucho tiempo, en los tiempos anteriores a Homero, un héroe –llamado Ulises- surcaba los mares –con sus hombres- en busca de aventuras y de la soñada isla de Itaca (http://meditacionesdeldia. wordpress.com/2013/01/27/ poema-y-video-musical-del- poema-viaje-a-itaca-kavafis-y- lluis-llach/)
En uno de esos viajes, Ulises y sus compañeros decidieron hacer una parada en la isla de Ea, y mandaron a un grupo de exploradores para reconocer la zona y buscar alimentos. Al mando de ese grupo de reconocimiento iba Euríloco, quien condujo a sus hombres hacia el interior del bosque donde, más allá de los valles, descubrieron un suntuoso palacio.
Todos entraron en él, llamados por sueños de lujo, placeres y diversión… Todos menos Euríloco que, desconfiado, se ocultó para comprobar cómo eran recibidos los marineros por sus anfitriones. Con sorpresa descubrió que el palacio era regentado por una hermosa mujer –Circe- que, haciendo las delicias de sus soldados, los agasajó con manjares, bebidas, bailes y todos aquellos placeres que un marinero sueña en sus largas y solitarias noches de navegación. Cuando Euríloco ya se disponía a mostrarse y unirse a sus compañeros, percibió algo que le dejó estupefacto: a medida que más se entregaban sus hombres al festín, algo en ellos cambiaba… Aunque parecían no darse cuenta de ello.
Se escondió de nuevo para no ser descubierto y con estupor vio que sus compañeros iban transformándose en bestias, cada uno en función de la naturaleza más íntima del marinero. Al cabo de un rato, el salón estaba lleno de cerdos, perros, toros, jabalíes, tigres… Estaba claro: la hermosa Circe era una hechicera, y sus hombres habían sido las víctimas de sus embrujos.
Atemorizado por lo descubierto, volvió a toda prisa al barco para alertar a Ulises. Éste, aunque sin saber cómo resolver la situación, se puso inmediatamente en marcha y pidió ayuda a los dioses.
Hermes, el mensajero, el que comunica lo de arriba con lo de abajo y se mueve entre los mundos, acudió en su ayuda y le ofreció una solución: moly, una planta que permite mantener la entereza y la conciencia en medio del más salvaje de los banquetes, podía ser la solución para que Ulises se enfrentara con éxito a los fastos y oropeles que, sin lugar a dudas, le ofrecería Circe.
- Como en el caso de los centauros, también en el ser humano conviven dos naturalezas: la de la bestia y la del dios… Y con cada decisión que tomáis, dais primacía y fuerza a una sobre la otra. Circe lo sabe, y aprovecha sus conocimientos para acelerar ese proceso y someter a quien acepta sus goces a una esclavitud eterna en los corrales de su palacio. Moly te ayudará a mantener despiertos tus sentidos y a contener tus pulsiones, favorecerá que seas tú mismo… Pero deberás ser tú, Ulises, quien se mantenga firme y no se deje arrastrar hacia los establos siguiendo a las apetencias de tu ser menos noble… Moly te ayudará si la mezclas con la bebida que te ofrezcan, pero tú tendrás siempre la última palabra… Ella te hará consciente, pero la voluntad es sólo tuya- advirtió Hermes a nuestro héroe.
Con esa arma secreta oculta entre los pliegues de su túnica se presentó Ulises en la puerta del palacio… Y fue invitado a entrar en él. Percibió sus fragancias, fue embelesado por los goces que se le prometían, disfrutó de la hermosa y atractiva presencia de Circe que le animaba a dejarse llevar, a olvidar sus proyectos y a abandonarse en los brazos del disfrute más sensual e inmediato. Llenaron su copa de vino con un néctar que prometía ser tan delicioso como el soma, como la bebida sagrada de los valles del Indo… Ulises no lo dudó, mezcló el contenido con unas hojas de Molly -la planta que Hermes le había entregado como antídoto a los hechizos de Circe- y... Bebió hasta terminarse el embriagador contenido de la copa.
En el momento en que la hechicera se acercó a él por la espalda para tocarlo con su varita y poner en marcha su transformación, nuestro héroe desenvainó su espada y, con un rápido y ágil movimiento, amenazó con su afilado filo el frágil cuello de Circe. Ésta, sorprendida, prometió conceder a Ulises lo que quisiera si le perdonaba la vida. Y, para estupor de la bella mujer, éste no le pidió placeres ni riquezas sino la inmediata liberación de todos sus compañeros del hechizo que los mantenía convertidos en animales.
Conmovida por la nobleza del marinero, atendió a su petición pero –además- decidió agasajar a sus ahora voluntarios huéspedes con un mes sanas delicias que, en lugar de envilecerles, les hizo más hombres y más felices.
Así fue como Ulises y sus marineros descubrieron que los placeres deben vivirse con conciencia y mesura, con señorío sobre las pulsiones, disfrutando de ellos pero sin ser arrastrados a la inconsciencia por su atractivo, gozando de todo aquello que nos enriquece como seres humanos y nos acerca a nuestro destino y dejando de lado aquello que libera a la bestia que también hay en nosotros y nos lleva al olvido de quienes somos en realidad. Disfrutar es bueno, pero siempre con conciencia.
Hay muchas Circes y sólo una Molly: la plena conciencia, el discernimiento, la meditación seguida de una firme voluntad. Nosotros escogemos, con cada una de nuestras decisiones, si queremos seguir la vía del héroe o vivir como bestias de corral. Nosotros escribimos nuestro destino, nuestras elecciones marcan la dirección.
Buen fin de semana.
VÍA MEDITACIONES DEL DÍA
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