—Cada persona ha de considerar su conducta como consideraría la de otro. Debe sentir por el otro en su corazón, lo mismo que siente en su corazón por sí mismo. Explica a Nasrudin un sabio chino.
—Oh, es una observación sorprendente, replicó el Mullah, porque si cualquiera se detuviese a pensar, vería que aquello que un hombre desea para sí mismo puede resultar al fin tan indeseable como aquello que desearía para su enemigo, e incluso para su amigo.
VÍA CHESAUDADE
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