martes, 30 de abril de 2013

EL TERCER ESPEJO: REFLEJOS DE LO QUE HEMOS PERDIDO, ENTREGADO O NOS HAN DADO.



"El reino del [padre] es como cierta mujer que llevaba una [vasija] llena de alimento.
Mientras iba por el camino, todavía lejos de su casa, se rompió el asa de la vasija y el alimento cayó por completo sobre el camino detrás de ella. No se dio cuenta; no se percató del accidente. Cuando llegó a casa, depositó la vasija a sus pies y se dio cuenta que estaba vacía. "
Evangelio de Tomás


Su amor, su compasión y su cariño son como el alimento en la vasija de la parábola precedente. A lo largo de su vida, son las partes suyas que confortan, nutren y apoyan a los demás (y a usted) en los momentos duros. Cuando perdemos a esas personas, lugares y cosas que apreciamos es nuestra naturaleza amorosa y compasiva la que nos permite sobrevivir y superar esas experiencias.

Debido a que compartimos de buen grado el amor, la compasión y el cariño, estos se convierten también en nuestros elementos más vulnerables de perder, de ser entregados inocentemente o de ser arrebatados por las personas que tienen poder sobre nosotros.

Cada vez que confiamos lo suficiente como para amar o darle cariño a alguien y esa fe es violada, perdemos un poco de nosotros en la experiencia. Nuestra renuencia a exponernos de nuevo a dicha vulnerabilidad es nuestra protección; es la manera en que sobrevivimos a nuestras heridas más profundas y a las mayores traiciones. Y cada vez que cerramos el acceso a nuestra verdadera naturaleza compasiva y cariñosa, somos como el alimento que cayó lentamente de la vasija que cargaba la mujer.

Cuando llegamos a un punto en la vida en que realmente nos abrimos y compartimos con otra persona, buscamos el amor en nuestro interior solamente para descubrir que se ha ido y ha dejado un gran vacío. Descubrimos que nos hemos ido perdiendo poco a poco en las mismas experiencias en que confiamos tanto y que a la vez permitimos en nuestras vidas.

La buena noticia es que esas partes nuestras que parecen ausentes jamás se han ido del todo. No quedaron erradicadas para siempre..., son parte de nuestra verdadera esencia, parte de nuestras almas. Y así como el alma jamás puede ser destruida, la base de nuestra verdadera naturaleza jamás puede perderse. Simplemente está escondida y enmascarada para salvaguardarla. Reconocer la forma en que la enmascaramos es embarcarnos en un camino veloz hacia la sanación. Invocar de nuevo las partes que hemos perdido puede ser la mayor expresión de nuestro dominio personal.

A comienzos de mi carrera en la industria de la defensa, trabajé como parte de un equipo de programación para sistemas de armamentos. Mis colegas y yo compartíamos un pequeño espacio de trabajo con escritorios, sillas y cubículos típicos de la Fuerza Aérea y pasábamos largas horas juntos en contigüidad. Como se puede imaginar, había poca privacidad. Puesto que las conversaciones telefónicas rebotaban en los paneles de yeso, y se desplazaban por encima de los cubículos, llegamos a conocernos muy bien, de hecho, tan bien que muy pronto nos convertimos en consejeros virtuales mutuos en todos los aspectos: desde las carreras hasta los noviazgos y los asuntos familiares y personales.

Varias veces a la semana salíamos a almorzar juntos; ocasionalmente cobrábamos nuestros salarios y hacíamos diligencias rápidas al mediodía. Fue durante una de esas aventuras a la hora del almuerzo, que tuve la oportunidad de ver en persona el espejo de una experiencia que creó un "infierno" personal en la vida de uno de mis colegas, un hombre que también se había convertido en mi amigo.

En un día cualquiera, mi amigo se "enamoraba" de la mujer que conocía durante una de esas diligencias. Podía ser la mesera que tomaba su pedido o la cajera del supermercado.

Honestamente, era casi cualquiera que se cruzara en su camino durante el día (cualquier mujer, mejor dicho). Pasaba en cualquier lugar y el patrón era el mismo: miraba simplemente a los ojos de la mujer y "sentía una emoción" inexplicable. Sin comprender de qué se trataba, él asignaba la experiencia a la única explicación que podía encontrar. ¡Sentía que se había enamorado! Y se enamoraba varias veces al día.

La razón por la cual esto era un verdadero problema era que estaba casado. Tenía una esposa hermosa que lo amaba y un hermoso hijo y él los amaba muchísimo a los dos. Lo último que él deseaba hacer era herirlos de cualquier forma o destruir lo que habían creado juntos. Al mismo tiempo, sus sentimientos por las demás mujeres eran casi abrumadores y no entendía lo que pasaba.

En esta ocasión, acababa de regresar a la oficina después de un almuerzo rápido y una diligencia a la estación de gasolina y al banco. Fue en el banco que se metió en problemas.

En el lugar donde depositamos nuestros cheques había una hermosa cajera trabajando en la ventanilla. (Esto ocurrió en los días antes de los depósitos electrónicos). Para cuando llegamos a la oficina, lo único que podía hacer era pensar en ella. No podía enfocarse en el trabajo y era incapaz de sacarla de su mente. "¿Qué tal que esté pensando en mí en este momento?" preguntaba. " ¿Qué tal que ella sea 'la verdadera'?" Finalmente, tomó el teléfono, llamó al banco, encontró a la cajera y le preguntó si podían verse para tomar un café después del trabajo. Ella aceptó. Pero mientras estaban en la cafetería, miró a los ojos de la mujer que les estaba sirviendo el café y ¡se enamoró de ella!

Comparto aquí esta historia porque por razones que él no entendía: este hombre se sentía impulsado a iniciar contacto con mujeres hacia quienes honestamente creía que sentía algo.

Al hacerlo, estaba arriesgando todo lo que amaba incluyendo a su esposa, su hijo y su carrera. ¿Qué le ocurría?

¿Alguna vez ha tenido una experiencia similar (aunque espero que en un menor grado)?

¿Alguna vez se ha sentido perfectamente feliz y comprometido en una relación cuando de repente "algo" pasa? O quizá no está en una relación y ni siquiera buscando una cuando —

sin previo aviso — se encuentra caminando en una calle llena de gente o en un centro comercial, supermercado o aeropuerto, y tiene "la experiencia." Alguien que no ha visto nunca pasa a su lado, en ese instante sus miradas se encuentran y —¡zas!— lo siente.

Quizá es simplemente un sentimiento de familiaridad o posibilidad, o un impulso abrumador de estar más cerca a esa persona, conocerla mejor, incluso iniciar una conversación. En mis talleres, he formulado muchas veces esta pregunta y he descubierto que si somos verdaderamente honestos con nosotros mismos, este tipo de conexión no es tan excepcional.

Cuando ocurre, el encuentro por lo general sucede de la forma siguiente: aunque las dos miradas se han encontrado y obviamente han sentido la "emoción," uno de ellos hará caso omiso de lo sucedido. Sin embargo, por una breve fracción de segundo, algo innegable ocurre... hay un estado alterado y un sentido de irrealidad. En ese instante veloz, más allá de la mirada casual, sus ojos se han comunicado un mensaje. Cada persona le dirá algo a la otra en ese momento que probablemente ninguno se dé siquiera cuenta.

Enseguida, casi al unísono, sus mentes racionales crearán una distracción, algo para romper la ansiedad del contacto. Puede ser el sonido de un auto o de otra persona que pasa a su lado. Puede ser tan simple como una hoja volando del otro lado de la calle o un estornudo. ¡Puede ser hasta mirar de soslayo una goma de mascar en la acera! El punto es que usando cualquier cosa como excusa, una de las personas retirará su atención y el momento se terminará, ¡así no más!

Cuando uno tiene una experiencia de este tipo, ¿qué acaba de ocurrir?

Extracto de La Matriz Divina.
Gregg Braden.

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