martes, 11 de octubre de 2011

EN NOMBRE DEL AMOR...♥

En nombre del amor y en su búsqueda incesante, vivimos distintas experiencias; algunas parecen hacernos tocar el cielo con las manos en los momentos de éxtasis, cuando la felicidad es tan plena que trasciende lo meramente sexual, componente infaltable del amor; provocándonos un estado de plenitud total, sosiego y placer. Todos ansiamos encontrar ese alguien especial, el que nos haga vivir el amor que dure y perdure hasta el fin de la existencia; lo que nos daría la seguridad de sentirnos plenos, unidos a otro ser por el cual haríamos realidad todos nuestros sueños, esperanzas y deseos. El enigma que inquieta y perturba a la gran mayoría de los seres humanos, gira en torno al plano sentimental-amoroso, a la incertidumbre de poder consolidar una pareja estable, dando así formación de una familia, concepto que actualmente esta desvirtuado pero mantiene un valor inapreciable. El hombre y la mujer, dos mundos en sí mismos, tan diferentes, se complementan y necesitan para cumplir la misión evolutiva de compenetrarse, como almas, con otra alma y desde el plano físico integrarse en un todo amatorio, sexual que corresponda en la medida justa al sentir de cada uno. Obviamente, a través del tiempo, cambian las costumbres y las maneras de exteriorizar el amor. Un enamorado en el siglo XV era exactamente igual a un enamorado actual, con mayor o menor grado de romanticismo, intelectualidad, distintas percepciones o conceptos éticos, morales, con tabúes e inhibiciones que en la actualidad han sido reemplazados por el extremo opuesto: exhibicionismos sin aprensiones de ninguna índole, sobrepasando los límites de la mesura, el respeto y en ocasiones la dignidad y el decoro que nos hace distintos a los animales que obedecen a sus instintos, en lo referente al sexo, componente infaltable del amor pero cabe aclarar que “hacer el amor” como se utiliza para describir el acto que se lleva a cabo, carece muchas veces del tan preciado sentimiento, solo es un acto mecánico que distorsiona la grandeza del amor.

Cuando nos enamoramos, el ser amado pasa a ser de “nuestra propiedad”. Nos referimos a él o ella, diciendo: mi amor, mi vida ( nuestra, de nadie mas) en una expresión inconciente, condicionante, posesiva, excluyente que no permite o por lo menos, pretende, contenciones, resistencias, ni razones de individualismo en cuanto a la libertad que a cada ser le corresponde como individuo.. Mi amor… ese amor mío, el que proyectamos en el otro, el cual, a veces no es mas que un reflejo que nos devuelve respuestas equívocas. Siempre un integrante de la pareja ama mas. En la frecuencia amatoria, existe un “ pasivo” que se deja amar, que recibe, espera, permitiendo el gran despliegue del amor del otro, obviamente, disfrutándolo, pero con otra intensidad menos profunda y movilizadora. El “activo” pletórico, apasionado, puede crear una obsesiva trama que confunde, paraliza y atrapa al objeto de su adoración, anulando su expresión espontánea, sincera, personal.

Cotidianamente se viven las instancias de amar, poseer, querer, contener, atrapar, celar al otro ser , atándolo con los sutiles lazos del amor apasionado en un intento no siempre bien logrado de que todos estos sentimientos tan fuertes no se desvanezcan consumidos por su propia intensidad

Se ha comprobado fehacientemente que todos los seres vivos, aún sin tener la misma manifestación de la necesidad del amor, lo necesitan para desarrollarse plenamente. Una planta cuidada, teniendo un ser que le brinde atención, afecto o admiración, todo lo cual genera una energía especial, crecerá rápidamente con lozanía. Un cachorro no puede prescindir del cariño de su madre, aunque su percepción instintiva lo capte de manera distinta a un humano, también necesitará, en caso de animales domésticos, del cariño de su amo. Un pichón, diminuto, batirá sus endebles alas, piará ante la presencia de sus padres. Todos los animales, por salvajes que sean responderán ante el afecto, cariño u amor. En la naturaleza toda, el amor se manifiesta de una forma que escapa a la comprensión o explicación racional humana, porque es mas sutil, pura. Solamente “ es”.

El amor es como el arte: puede estar en todos lados en una abstracción que carece de lógica o explicación.

La experiencia del amor cambia, evoluciona con las edades, no es lo mismo una experiencia amatoria a los veinte años que a los cincuenta, no pudiendo sopesarse la intensidad o legitimidad de ambas. Cuando se tiene ilusión a flor de piel o nuestra piel está erizada con burbujeantes ilusiones, nos sentimos como flores recién abiertas, desafiando la vida con belleza y la fuerza del amor encendida en el alma. Cuando ya las cicatrices de amores marchitos no dejaron heridas que no terminan de cerrarse, nos volvemos desconfiados, prudentes, no nos animamos a soñar, le tememos al placer, sentimos el inquietante temor al ridículo.. Amor, placer, y dolor con frecuencia conforman un todo que debemos experimentar para aprender con la intensidad de esas emociones. Algo así como rescatar de la profunda tristeza su intensidad para comprender la felicidad.

Los amantes que viven sus vivencias a escondidas, encubiertamente, tratando de evadir la realidad de sus errores, frustraciones, la equivocación de haber asumido compromisos , en ocasiones ineludibles, porque no pueden anularse, aún mediante divorcios, separaciones que no hacen mas que complicar las situaciones por involucrar a seres inocentes: los hijos.

Ese amor se ensombrece con la traición, perdiendo su esencia, creando , en triángulos amorosos, el sufrimiento de las personas involucradas.

El amor de los esposos, que han superado todos los obstáculos, el desgastante paso del tiempo que todo lo transforma o lo diluye, obviamente, si los sentimientos carecen de profundidad, como suele ocurrir actualmente. En nombre del amor, aguardamos toda una vida, en otras situaciones, llega en la madurez, cuando ya se han perdido hormonas, el impulso de ignición para que la pasión se encienda en un cóctel amatorio intenso. Igualmente se disfruta, tal vez con mas placer que en la juventud, la cual nos enceguece sin dejarnos percibir lo mas importante.

Este es el amor sosegado, apaciguado, legítimo en otro estadio de la trayectoria humana cercana al clímax de la existencia De manera que, en este amor se pueden compartir recuerdos que aunque no hayan sido vividos juntos, se pueden revivir y compartir con la misma emoción, sin celos ni reclamos.

En nombre del amor, tan ansiado, muchos ancianos se unen para llegar acompañados en su soledad hasta el momento en que deban transponer las puertas que los llevará mas allá de la vida terrenal.

En otros casos, en los que el amor tan deseado faltó a la cita, dando por tierra con esperanzas y anhelos, muchos se suicidan, no encontrando sentido a sus vidas.

El amor no se compra, no se crea a propósito, a gusto y placer, no se prepara, no se inventa, solo nace espontáneamente, imprevistamente, no tiene edad, lógica, no se manipula, no se extingue, si es verdadero, ni en la muerte.

En nombre del amor, somos novios, amantes, esposos, parejas. El es la fuerza cohesiva, el sentimiento esencial, sagrado que nos hace sentir plenos, amorosos, comprensivos, felices o nos hace sufrir, sentir desolación, cuando no es correspondido, pero igualmente nos humaniza, sensibiliza. Después de vivirlo o sentirlo, recién podemos comprender el verdadero significado de su poder porque es la mas perfecta manifestación de la vida.

Vale también vivir enamorados de la vida, eso nos salvará de todas nuestras imperfecciones, carencias y nos dará las fuerzas necesarias para no bajar jamás los brazos, ni ante la adversidad.





Marta María Ferranti



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