El acicalamiento de los primates, equivalente humano de las caricias, actúa como pegamento social.
Pablo Herreros habla en un artículo sobre el origen de las caricias:
“Existe una correlación entre el tiempo que emplean dos sujetos en acicalarse y la calidad de la relación que mantienen.”
“Los efectos fisiológicos de esta actividad en primates son similares a los que provocan los roces y las palabras en los seres humanos. Los resultados indican que se produce un descenso en el ritmo cardiaco y se liberan hormonas asociadas a la sensación de bienestar.”
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