El cuerpo nunca
está enfermo ni sano ya que en él sólo se manifiestan las informaciones de la mente. El cuerpo no hace nada
por sí mismo. Para comprobarlo, basta ver un cadáver. El cuerpo de una persona viva debe su funcionamiento
precisamente a estas dos instancias inmateriales que solemos llamar conciencia (alma) y vida (espíritu). La
conciencia emite la información que se manifiesta y se hace visible en el cuerpo. La conciencia es al cuerpo lo
que un programa de radio al receptor. Dado que la conciencia representa una cualidad inmaterial y propia,
naturalmente, no es producto del cuerpo ni depende de la existencia de éste.
Lo que ocurre en el cuerpo de un ser viviente es expresión de una información o concreción de la imagen
correspondiente (imagen en griego es eidolon y se refiere también al concepto de la «idea»). Cuando el pulso y
el corazón siguen un ritmo determinado, la temperatura corporal mantiene un nivel constante, las glándulas
segregan hormonas y en el organismo se forman anticuerpos. Estas funciones no pueden explicarse por la
materia en sí, sino que dependen de una información concreta, cuyo punto de partida es la conciencia. Cuando
las distintas funciones corporales se conjugan de un modo determinado se produce un modelo que nos parece
armonioso y por ello lo llamamos salud. Si una de las funciones se perturba, la armonía del conjunto se rompe
y entonces hablamos de enfermedad.
Enfermedad significa, pues, la pérdida de una armonía o, también, el trastorno de un orden hasta ahora
equilibrado (después veremos que, en realidad, contemplada desde otro punto de vista, la enfermedad es la
instauración de un equilibrio). Ahora bien, la pérdida de armonía se produce en la conciencia, en el plano de la
información, y en el cuerpo sólo se muestra. Por consiguiente, el cuerpo es vehículo de la manifestación o
realización de todos los procesos y cambios que se producen en la conciencia. Así, si todo el mundo material
no es sino el escenario en el que se plasma el juego de los arquetipos, con lo que se convierte en alegoría,
también el cuerpo material es el escenario en el que se manifiestan las imágenes de la conciencia. Por lo tanto,
si una persona sufre un desequilibrio en su conciencia, ello se manifestará en su cuerpo en forma de síntoma.
Por lo tanto, es un error afirmar que el cuerpo está enfermo —enfermo sólo puede estarlo el ser humano—, por
más que el estado de enfermedad se manifieste en el cuerpo como síntoma. (¡En la representación de una
tragedia, lo trágico no es el escenario sino la obra!)
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