El grupo pasó por la calle: los soldados llevaban a un condenado a la horca.
– Este hombre era un inútil –le comentó a Awas-el Salam uno de sus discípulos–. Una vez le di una moneda de plata para ayudarlo a salir de la miseria, y fue incapaz de hacer nada notable.
– Tal vez sea un inútil, pero puede que ahora esté caminando hacia la horca por tu culpa. Es posible que utilizara el dinero que le diste para comprar un puñal, que luego terminó usando en el crimen cometido. En ese caso, también tus manos están ensangrentadas. En lugar de ayudarlo con amor y cariño preferiste darle una limosna y evitar así cumplir con tu obligación.
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