Hay muchas clases de corazones que crecen en cada persona según los desafíos de la vida, los desafíos que supera o cree no poder superar.
Hay corazones rotos que simulan a espejos rotos en mil pedazos, que reflejan mil versiones de su ruptura, de la separación, del dolor, piezas de nuestro corazón que muestran sufrimiento, fracaso emocional y que parecen irreparables.
Hay corazones hastiados, aburridos, resecos, porque no han visto o sentido alegría en su vida.
Corazones intrépidos, corazones calmados como aguas tranquilas, corazones salvajes, radiantes.
¿Cómo está tu corazón?…
¿Con qué corazón estás palpitando?, ¿con un corazón resentido, resabiado, herido o con un corazón abierto a la vida?
Me he tropezado con corazones que me han transmitido fuerza, energía, ganas de vivir y también con otros que me han mostrado cómo estaban de dolidos con el simple hecho de expresar una simple frase.
Un corazón cerrado, es un corazón compungido, resta latidos, resta vida, trae frialdad, te cierra a la comprensión a la compasión y a la bendición, A LA VIDA.
Sin embargo todo lo que hace sonreír a tus labios hace sonreír a tu corazón, es un masaje rítmico para tu corazón. Amaló, ama a tu órgano más sagrado, hónralo pues allí justo se encuentra la chispa divina que te anima en esta experiencia humana y si en algún momento de la vida tu corazón se quiebra por el dolor, vuelve a decirle que es amado por ti y siempre lo será hasta el fin de tus días y más…
©Luhema
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