La ciencia espiritual contempla así a Jesucristo como el que poseía inherentemente aquellos poderes fortalecidos del alma anteriormente adquiridos por discípulos de uno de los senderos de los misterios. Con estos poderes del alma, él podía poner dentro de sí aquella parte del cosmos que los discípulos del otro camino de misterios habían recibido una vez. Desde el punto de vista de la ciencia espiritual podemos decir que lo que los discípulos de los antiguos misterios una vez buscaron a través de una conexión externa con la Divinidad vino a la expresión de forma inmediata y como hecho histórico en Jesucristo. ¿Cuándo sucedió esto? Sucedió en aquella edad cuando las fuerzas que ya estaban agotadas en la humanidad como un todo estaban también agotadas en la vida del ser humano individual. En su trigésimo año Jesús alcanzó la edad que la humanidad como un todo había alcanzado entonces. Fue en este año cuando recibió a Cristo.
Recibió al espíritu del cosmos en su alma completamente desarrollada, internamente fortalecida. En el punto de inflexión de la evolución humana descubrimos que un hombre ha acogido en su alma la esencia divino-espiritual del universo. Lo que se perseguía en los antiguos misterios se ha convertido ahora en un suceso histórico.Procedamos, teniendo en mente las indicaciones de los Evangelios relativas a la vida de Jesucristo desde el Bautismo en el Jordán hasta Su resurrección. La ciencia espiritual nos permite decir que en este período entró algo completamente nuevo en la evolución de la humanidad.
En el pasado, el hombre establecía un contacto real con la esencia divina sólo mediante los misterios. Lo que era así experimentado en los misterios salía al mundo como revelaciones, para ser aceptadas con la fe. En el suceso que estamos considerando ahora, el contacto con la esencia divino-espiritual del cosmos sucedió de tal forma que dentro del hombre Jesús, entró Cristo en la corriente vital terrestre durante un período de tres años. Entonces, en el Misterio del Gólgota, una fuerza que anteriormente vivía fuera de la tierra se vertió dentro del mundo. Todas las experiencias por las que pasó Cristo mientras vivió en el cuerpo de Jesús provocaron la existencia de este poder en el mundo terreno, en la parte terrena del cosmos. Desde entonces este poder ha vivido en la misma atmósfera en que viven nuestras almas. Podemos calificar uno de los dos tipos de iniciación como sub-terrenal y designar a la otra, en la que el hombre acogía el espíritu del cosmos, como supra-terrenal. En cualquier caso, el hombre tuvo que abandonar su esencia humana para hacer contacto con la esencia divina. El Misterio del Gólgota, sin embargo, concierne no sólo al ser humano individual sino también a la historia completa del hombre sobre la tierra. A través de este suceso la humanidad recibió algo completamente nuevo.
Con el Bautismo en el río Jordán algo anteriormente experimentado por todo discípulo de los misterios entró en un único ser humano, y desde este único ser humano algo fluyó a la atmósfera espiritual de la tierra, permitiendo que toda alma que hiciera lo mismo viviera y se sumergiera en ello. Este nuevo impulso entró en la esfera terrestre a través de la muerte y resurrección de Cristo. Desde el Misterio del Gólgota el hombre vive en un entorno espiritual, un entorno que ha sido Cristificado porque ha absorbido el impulso de Cristo. Desde el tiempo en que la evolución humana entró en su descenso, el alma humana puede revivirse a sí misma; puede establecer una conexión con Cristo. El hombre puede crecer más allá de las fuerzas de la muerte que lleva dentro de sí. La fuente espiritual del origen del hombre ya no puede encontrarse en el antiguo sendero; debe ser encontrada en el nuevo, buscando una conexión con Cristo dentro de la atmósfera espiritual de la tierra.
Alguien que ha pasado a través de cierto desarrollo del alma y alcanzado la visión espiritual puede de ese modo investigar muchos misterios del mundo, misterios que residen en los fundamentos del universo, aún incluso con esta visión, es posible que no pueda aprender todavía nada del impulso de Cristo y del Ser de Cristo. Si establecemos una conexión con Cristo mientras estamos en el cuerpo físico, no obstante, antes de alcanzar la visión espiritual, si esta conexión se establece a través del sentimiento, entonces esta experiencia de Cristo que hemos obtenido mientras estábamos en el cuerpo permanece con nosotros como un recuerdo cuando entramos en el mundo espiritual. Percibimos que incluso mientras vivíamos en el cuerpo teníamos una conexión con el mundo espiritual.
La humanidad, que a diferencia del ser humano individual no posee un cuerpo, habría perdido su conexión con el mundo divino-espiritual si no hubiera sido por un Ser supraterrenal, un Ser que descendió a la tierra desde el cosmos y vertió su esencia en la evolución de la tierra. Este acto permitió al hombre recuperar su conexión con el mundo espiritual.Con respecto a la experiencia de Cristo en particular, la ciencia espiritual señala el hecho significativo de que en los antiguos misterios el hombre podía encontrar una conexión con la esencia divina sólo al salir de su propio ser. Para experimentar la esencia divina él tenía que abandonar su humanidad, convertirse en algo que ya no era humano. Después del punto de inflexión de la evolución humana, sin embargo, surgió la maravillosa y significativa posibilidad de que el hombre no necesitara ya salir de sí mismo en una dirección u otra. De hecho, el hombre carecía de fuerza para hacerlo. Ni pudo en su juventud anticipar un momento en que esto sería posible ya que la humanidad había alcanzado ya una determinada edad.
Desde el Misterio del Gólgota hasta la actualidad la cualidad que cada alma humana necesita ahora, la cualidad que en épocas pasadas podía ser encontrada sólo fuera de la humanidad, debe ser encontrada en la humanidad misma, dentro de la evolución de la tierra. Esta cualidad más profunda y significativa es "el amor". El hombre en su desarrollo no debe seguir ya el camino de fortalecer su alma en uno de los caminos de misterios que conduce al egoísmo, porque desde el Misterio del Gólgota es esencial que el hombre adquiera la capacidad de trascender el egoísmo, de conquistar el egoísmo y el orgullo. Habiendo hecho esto, puede experimentar el yo superior -El Real Ser gnóstico-dentro de él. Debe seguirse ahora un sendero de desarrollo que no nos conduce al egoísmo y el orgullo sino que permanece dentro del elemento del amor. Esta verdad reside en el fundamento de las significativas palabras de San Pablo “No yo, sino Cristo en mí”.
Sólo tras el Misterio del Gólgota se hizo posible experimentar objetivamente a Cristo como ese elemento que permite al hombre unirse con la esencia divina. Un discípulo de los antiguos misterios puede en verdad haber anticipado las palabras de San Pablo, pero no pudo haber experimentado su realización. Los discípulos de los misterios y sus seguidores podían decir, “Fuera de mi propio ser hay un dios que vierte su esencia en mi interior”. O también podían decir, “Cuando fortalezco mi ser interno, aprendo a conocer a Dios en las profundidades de mi propia alma”. Hoy, sin embargo, todo ser humano puede decir, “El amor que pasa a otras almas y a otros seres no puede encontrarse fuera de mi propio ser; sólo puede encontrarse continuando a lo largo de los senderos de mi propia alma”.
Cuando nos sumergimos amorosamente en otros seres, nuestras almas permanecen inalteradas; el hombre sigue siendo hombre incluso cuando va más allá de sí mismo y descubre a Cristo en su interior. Que Él pueda ser así encontrado fue hecho posible por el Misterio del Gólgota. El alma permanece dentro de la esfera humana cuando alcanza aquella experiencia expresada por San Pablo, “No yo, sino Cristo en mí”. Tenemos entonces la experiencia mística de sentir que una esencia humana superior vive en nosotros, una esencia que nos envuelve en el mismo elemento que lleva el alma de vida en vida, de encarnación en encarnación. Esta es la experiencia mística de Cristo, que sólo podemos tener a través de un entrenamiento en el amor.
La ciencia espiritual muestra cómo se hizo posible que el ser humano tuviera esta experiencia interior, mística, de Cristo. A modo de comparación, encontramos en la filosofía occidental el pensamiento expresado de que si no tuviéramos ojos no veríamos colores. Nuestros ojos deben estar formados de tal manera que puedan percibir colores; debe haber una predisposición interna a los colores en nuestros ojos, por así decirlo. Si no tuviéramos ojos, el mundo sería incoloro y oscuro para nosotros. El mismo razonamiento se aplica a los demás sentidos. Ellos deben estar predispuestos también para la percepción del mundo externo. A partir de este argumento Schopenhauer y otros filósofos han concluido que el mundo externo es un mundo de nuestras propias representaciones. Goethe ha acuñado el hermoso lema, “Si el ojo no fuera como el sol, nunca podría percibir el sol”. Podríamos decir además, “El alma humana nunca podría comprender a Cristo si no fuera capaz de transformarse de tal forma que pudiera experimentar internamente las palabras No yo, sino Cristo en mí.”Goethe tenía algo más en mente cuando expresó la verdad de que si el ojo no fuera como el sol no podría ver el sol, es decir, que nuestros ojos no podrían existir si no hubiera habido luz para formarlos a partir del ser humano sin vista.
El primer pensamiento es tan cierto como el segundo. No podría haber percepción sin ojos, y tampoco ojos sin luz.Similarmente, puede decirse que si el alma no experimentara internamente a Cristo, si no se identificara con el poder de Cristo, Cristo sería inexistente para el alma. ¿Cómo puede el alma humana percibir a Cristo a menos que se identifique con Él? Y el pensamiento contrario es igual de cierto, es decir, el hombre puede experimentar a Cristo dentro de sí mismo sólo porque en un determinado momento de la historia el impulso de Cristo entró en la evolución de la humanidad. Sin el Cristo histórico no habría Cristo místico. La afirmación de que el alma humana podría experimentar a Cristo incluso si Cristo nunca hubiera entrado en la evolución de la humanidad es una mera abstracción. Antes del Misterio del Gólgota era imposible tener una experiencia mística de Cristo. Cualquier otro argumento está basado en un malentendido. Igual que sería imposible para nosotros tener la experiencia mística de Cristo sin el Cristo histórico, incluso aunque el Cristo histórico puede ser descubierto sólo por aquellos que han experimentado al Cristo místico.
A través de la ciencia espiritual somos conducidos así a una visión de Cristo no basada en los Evangelios. A través de la ciencia espiritual podemos percibir que en el curso de la historia Cristo entró en la evolución de la humanidad, y sabemos que Él tuvo que vivir una vez en un ser humano de tal forma que Él pudiera encontrar un camino que condujera a través de un ser humano hasta la atmósfera espiritual de la tierra. La investigación espiritual nos conduce así a Cristo, y a través de Cristo al Jesús histórico. Lo hace en un momento en que la investigación externa, basada en documentos externos, cuestiona tan a menudo la existencia histórica de Jesús. Los pensamientos que he presentado aquí pueden por supuesto encontrar oposición, pero puede comprenderlo completamente si alguien dice que mis afirmaciones les parecen un sueño fantasioso.
A partir de la contemplación espiritual de la evolución completa de la humanidad podemos, a través de la ciencia espiritual, llegar a un reconocimiento de Cristo, y a través de la propia naturaleza de Cristo podemos reconocer que Él una vez debió haber vivido en un cuerpo humano. La investigación científico-espiritual necesariamente conduce al Jesús histórico. Ciertamente, es posible indicar con precisión matemática cuándo Cristo debe haber vivido en el hombre Jesús, en el Jesús histórico. Igual que es posible comprender las fuerzas mecánicas exteriores a través de las matemáticas, así también es posible comprender a Jesús contemplando la historia con una visión espiritual que incluye a Cristo. Aquel Ser que vivió en Jesús desde los treinta hasta los treinta y tres años dio el impulso que la humanidad necesitaba para su desarrollo en un momento en que sus fuerzas de juventud comenzaban a declinar.Recapitulando, puedo decir que una nueva comprensión de Cristo es hoy una necesidad. La ciencia espiritual no solo trata de conducirnos a Cristo; debe hacerlo.
RUDOLF STEINER
Conferencia impartida en Hamburgo,
15 de noviembre de 1913.
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