Nasrudín fue en busca de consejo especializado. Habló con todos los jardineros que conocía y leyó las instrucciones para librarse de las margaritas. Todo fue en vano.
Las margaritas crecían cada vez más fuertes, se mezclaban con los claveles, con las dalias y con otras flores.
Por fin, decidió ir a la capital y entrevistarse con el jardinero real, jefe del jardín del palacio del Rey. El sabio jardinero ya había aconsejado a muchos otros de cómo librarse de flores y plantas indeseables.
Nasrudín contó su esfuerzo por librarse de las margaritas que crecían en su jardín. El viejo jardinero lo escuchó atentamente y después de un largo silencio dijo:
- Por lo visto, tienes que cambiar tu decisión y aprender a amar a las margaritas.
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