Todas las personas escondemos algo. En algunos casos, son características nuestras de las que nos avergonzamos que pensamos que los demás rechazarían o que consideramos defectos. En otros, son traumas del pasado, cosas que hicimos o que nos hicieron y que pensamos que provocarían rechazo en los demás. A este tipo de cosas que escondemos es a lo que llamamos “nuestros monstruos”.
Si escondemos nuestros monstruos a los demás es porque en realidad nosotros tampoco queremos verlos, convivir con ellos. Es normal. Los monstruos, los traumas, los arrepentimientos, los complejos, las vergüenzas… Todo eso son categorías negativas a las que duele mirar, que nos hacen sufrir.
Pero lo cierto es que es absolutamente normal convivir con nuestros monstruos. Ni el más aparentemente puro de los individuos con los que te cruzas en el día a día está libre de tener algún tipo de lucha interior. Y es que el ser humano se construye sobre susconflictos y sus contradicciones. El problema no es ese, el problema es tratar de ignorarlos eternamente, no aceptarlos.
“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”
-Carl Rogers-
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