"Parecían felices, pero se han separado".
"Parecía un tipo normal, pero pegó a su hijo"."Parecía tan trabajador, pero comerciaba con droga"
A veces me pregunto qué clase de hipocresía se nos apodera cuando afirmamos tópicos como ésos. Porque son tópicos, no realidades. A medida que se cumplen años, suele comprobarse la tremenda hipocresía social a la que jugamos todos cuando dejamos a nuestros monstruos en casa, nos vestimos de normalidad y salimos a la calle.
Entonces somos todos tipos corrientes, humanos estándar. Damos una vuelta, charlamos con el vecino, departimos con los amigos, con una normalidad tan conspicua que se diría que oculta algo.
Y efectivamente, cuando regresamos al hogar, nos quitamos el disfraz de persona promedio y soltamos a la fiera. Entonces aparecen el malhumor, la ira, la tristeza, el odio, la ansiedad, la confusión. La "anormalidad".
¡Y qué decir de las personas espirituales! Ahí la hipocresía social alcanza cotas grotescas. porque el tipo que se cree espiritual llega a la curiosa conclusión de que no basta con ser normal, sino que ha de superar tan vulgar condición para aparecer ante los demás y ante sí mismo como un ser amable, dulce, puro, casi divino.
Y la experiencia demuestra que eso sí que es una señora compensación, un disfraz más vistoso con el que se ocultan monstruos más potentes. ¡Con los años aprendemos a tratar con prudencia a los tipos espirituales!.
Aunque es evidente que hay grados, todos albergamos dentro numerosas fieras, y también numerosos ángeles. Nadie es "normal". Somos seres llenos de temores, asediados por la angustia. Algunos son más eficientes ocultando a los demás e incluso a sí mismos esa trágica condición humana, eso es todo.
Cada vida humana es una increíble mezcla de las emociones más dispares y contradictorias. Más que procurar aparentar normalidad, quizás nos iría mejor si abandonamos los disfraces y aceptamos a los ángeles y los demonios que batallan en nuestro interior. Tienen un mensaje que darnos. Han de gastar sus energías y expresar sus potencialidades. Ser espiritual no es ocultar nuestra condición humana, sino sentirla y vivirla en toda su plenitud, para finalmente darnos cuenta de que no sólo somos eso. -
Gunther Emde
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