“…Cuando mañana comience sin mí y yo no esté aquí para verlo, si el Sol se alzase y encontrase tus ojos rebosantes de lágrimas por mí; ojalá no llores como has llorado hoy, al pensar en las muchas cosas que no llegamos a decirnos.
Sé lo mucho que me quieres, tanto como te quiero yo a ti, y
sé que cada vez que pienses en mí también tú me echarás de menos; pero
cuando mañana comience sin mí, intenta entender, por favor, que vino un ángel y me llamó por mi nombre, y
me tomó de la mano y dijo que me esperaba mi sitio en el cielo, en lo
alto y que tenía que dejar atrás a todos los que tanto amo. Pero
al volverme para marchar se me escapó una lágrima porque siempre había
pensado que no quería morir. Tenía tanto por lo que vivir, tantas cosas
aún por hacer, que parecía casi algo imposible que estuviera abandonándote.
Me acordé de todos los días de ayer, los buenos y los malos, de los pensamientos y el amor que compartimos, de lo mucho que nos reímos. Si pudiera revivir el ayer, aunque sólo fuese un momento, te diría adiós y te besaría y quizá te viese sonreír. Pero entonces me di cuenta de que esto nunca podrá ser, porque el vacío y los recuerdos ocuparían mi lugar. Y cuando pensé en las cosas del mundo que podría extrañar al llegar mañana, me acordé de ti y al hacerlo mi corazón se llenó de pesar. Pero al cruzar las puertas del cielo me sentí en casa, al ver que Dios me miraba y me sonreía desde su gran trono dorado y me decía: «He aquí la eternidad, y todo lo que te había prometido. Hoy tu vida en la Tierra es cosa del pasado pero aquí comienza de nuevo.
No te prometo un mañana, porque hoy durará eternamente, y como todos los días serán el mismo, no habrá nostalgia por el pasado. Has tenido tanta fe, tanta confianza, tanta fidelidad... Aunque hubo veces en que hiciste algunas cosas que sabías que no debías. Pero te he perdonado y ahora al fin eres libre.
¿No quieres venir, cogerme de la mano y compartir mi vida?».
Así
que cuando mañana comience sin mí no creas que estaremos muy lejos
porque cada vez que me recuerdes estaré ahí mismo, en tu corazón.
“La prueba del cielo” (Eben Alexander).
VÍA MIRAR LO QUE NO SE VE
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