Una vieja estaba en el bulevar de la avenida Atlántica, con una guitarra y un letrero escrito a mano: “Vamos a cantar juntos”.
Empezó a tocar sola. Después llegaron un borracho y una viejecita, y se pusieron a cantar con ella. En poco tiempo había una pequeña multitud cantando y otra pequeña multitud que hacía el papel de auditorio, aplaudiendo al final de cada canción.
“¿Por qué hace esto?”, le pregunté entre las canciones.
“Para no estar sola”, dijo. “Mi vida es muy solitaria, como la vida de casi todos los viejos”.
Ojalá todos resolviésemos nuestros problemas así.
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