"No te tomes ningún problema, ningún asunto en serio. Si lo haces, los conviertes en importantes y te obligas a buscar la solución. Siempre que surja una pregunta en ti, estate en silencio y observa el surgir de la pregunta. Observa cómo se va condensando, observa cómo se va aclarando; pero sigue observando. Te sorprenderá que, mientras estás observando sin implicarte, empieza a evaporarse. Pronto, sólo queda un profundo silencio tras ella, ¡y este silencio es la respuesta!
Pero ¿qué hace la gente? Surge una pregunta en sus mentes; y hay miles de preguntas; necesitarías millones de vidas para encontrar las respuestas a todas ellas. Y, aún así, seguirías siendo ignorante, ilustradamente ignorante. Y la pregunta hace que empieces a preguntar a otros... quizá otro sepa la respuesta; eso te convierte en un mendigo. El conocimiento que tomas de los otros es prestado; no te servirá absolutamente de nada.
Hay una cosa, sólo una, que ayuda.
Observa la pregunta y no te dejes arrastrar en ninguna dirección.
Estate en silencio y observa la pregunta y lo que ocurre. Viene y se va; ninguna pregunta se queda. Es como una firma en el agua: no has acabado de escribirla y ya ha desaparecido.
La meditación es el arte de hacer que tus preguntas desaparezcan, no de aportarte ninguna respuesta... La meditación te dejará en un espacio en el que no existen preguntas ni respuestas, sino sólo una pureza, una simplicidad; el mismo que sentiste al nacer. Estabas vivo pero no había preguntas. Estabas completamente maravillado. Tus ojos brillaban por la visión de pequeñas cosas.
En una sociedad correcta -que yo sigo esperando sin esperanza- la inocencia de un niño no sería destruida. Y cuando disponemos de una inocencia casi oceánica a nuestro alrededor; su belleza y su experiencia son tan tremendas y tan fuertes que ¿a quién le importan las estúpidas preguntas? De hecho, nunca surgen.
Me viene a la memoria D.H. Lawrence, un hombre de este siglo a quien he amado mucho... Una mañana iba paseando por un jardín con un niño pequeño, y el niño le preguntó: "Tío, ¿por qué son verdes los árboles?"...
Cualquier otra persona ilustrada habría dicho al niño que los árboles son verdes por una determinada sustancia química, la clorofila.
Quizá por un instante, el niño se habría quedado en silencio: clorofila... Pero, tarde o temprano, las preguntas han de surgir: "¿Por qué tienen clorofila todos los árboles? ¿De dónde la sacan? ¿Qué sentido tiene que todos los árboles estén llenos de clorofila...?".
Pero D.H. Lawrence vio la inocencia en los ojos del niño y dijo: "Hijo mío, los árboles son sencillamente verdes". Y el niño se sintió muy feliz. Los árboles son verdes porque son verdes; no hay problema, y el niño pequeño lo entendió...
Pero según va creciendo el hombre y le van llenando con todo tipo de conocimiento e información con la excusa de estar educándolo, con la excusa de estar civilizándolo y cultivándolo, destruimos una inocencia de una extraordinaria belleza..."
Osho, No te cruces en tu camino. No puedes evitar ser quien eres
http://osho-maestro.blogspot.com
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