"Atrévete a manifestar tu verdadera naturaleza, a actuar de la mejor manera, sin dejarte afectar por la opinión de los demás"
'Se acercaba el día de Acción de Gracias y la maestra pidió a sus alumnos que dibujaran algo por lo que estuvieran muy agradecidos. Pensó que la mayoría de esos niños eran muy pobres, y que no tendrían muchas cosas que agradecer. Sabía que pintarían comida, helados, pasteles, la playa... Pero se quedó sorprendida con el dibujo que le entrego Raúl: una mano dibujada con dificultad y sin gracia.
Todos sus compañeros quedaron intrigados por el dibujo del niño. 'Maestra, esa es
la mano de Dios que nos da la comida', dijo uno de los pequeños. 'Yo creo que es la mano del señor que vende los pajaritos en la entrada de la escuela', dijo una niña. 'Es la mano del pastelero que hace las tortas', exclamó otra. 'Es la mano del médico que curó a Raúl cuando estaba enfermo', aseguró otro. Mientras, Raúl, en silencio negaba con la cabeza.
La maestra se acercó a él y, cariñosamente, le preguntó de quién era esa mano.
'Es su mano, maestra', le dijo ruborizado. Entonces ella recordó que muchas veces,
a la hora del recreo, había llevado a Raúl, un niño muy débil y desamparado, de la mano. Comprendió que ese gesto tan simple para ella, era la experiencia más agradable que había tenido Raúl en su vida".
Esta historia nos recuerda que muchas veces olvidamos reconocer el valor inmenso que tiene un simple gesto de cariño, una frase de reconocimiento o una pequeña acción desinteresada y solidaria. Tal vez si estuviéramos concientes de esto, seríamos más generosos y solidarios con los demás en nuestra vida cotidiana.
Todos deseamos vivir en un mundo más amable, donde podamos disfrutar de la sensación agradable que nos produce el saludo o el comentario positivo de otras personas, de su interés genuino por nosotros y de la posibilidad de compartir,
sin el temor de ser usados, manipulados o irrespetados.
Muchas veces hemos sentido el impulso de ayudar a una persona, de expresarle nuestra comprensión o apoyo solidario, pero algún viejo prejuicio, el temor
o el comentario negativo de otro nos frena en el instante, impidiéndonos actuar y expresarnos tal como lo sentimos, para terminar comportándonos de forma indiferente, pasiva o indolente.
Atrévete a manifestar tu verdadera naturaleza, a expresar tu sensibilidad, a actuar
de la mejor manera, sin dejarte afectar por el temor o por la opinión de los demás;
da siempre lo mejor de ti, independientemente de que sientas el deseo secreto de recibir el reconocimiento, la aprobación o la recompensa por parte de los demás.
Como la vida es una calle de doble vía, recuerda reconocer, resaltar y agradecer
todo lo bueno que otras personas han compartido o hecho por ti. No podemos
actuar como aquellos que piensan que los demás están obligados a hacer cosas
por ellos, porque les pagan por su servicio o porque se sienten superiores
y están acostumbrados a recibir sin dar nada a cambio.
MAYTTE
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