Un estudiante preguntó a un maestro de zen cuánto tiempo le llevaría iluminarse.
- Unos quince años –le respondió el maestro.
- ¡Qué! –exclamó el estudiante– ¡Quince años!
- Bueno, para tí llevaría unos veinticinco años.
- ¡Qué en mi caso llevaría veinticinco años!
- Ahora que lo pienso mejor, puede que llevara cincuenta años.
Fuente: “El despertar del zen en occidente” de Philiph Kapleau.
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