jueves, 24 de julio de 2014

LOS CANALLAS Y LAS ESCLAVAS...SERGIO SINAY...♥





Los canallas y las esclavas
por Sergio Sinay



Son apenas dos botones de muestra. Uno se llama Carlos Villalba y es (o era, aún no se sabe) intendente de la localidad de Salvador Mazza, en Salta. El otro se llama Rubén Contreras, le dicen “La Burra” y es el jefe de la bancada de diputados del Frente para la Victoria en Santa Cruz. El primero fue detenido en un prostíbulo en el que se ejercía la trata de personas. El segundo manifestó abiertamente su defensa de los prostíbulos aduciendo que es una manera de frenar las violaciones. Se trata de dos expresiones de la más tóxica y asqueante masculinidad, la machista. Ese modelo masculino (producto cultural y no fenómeno natural, lo cual lo hace imputable, ya que es una elección responsable) predomina hoy en la política, en los negocios, en el deporte, en la farándula, en el comportamiento urbano, se expresa de manera hipócrita (tras disfraces tan variados como inútiles) en la publicidad, está presente en las rutas y en las calles, al volante de autos, camiones y ómnibus. Se llama femicidio, se llama violación, se llama violencia (doméstica y no doméstica), son anuncios de desodorantes en los que una mujer cae rendida, sin voluntad, ante la axila de un hombre, son avisos en donde mujeres que fueron “dejadas” por un hombre deciden “ser más lindas” para otro hombre, convertidas en objetos del deseo masculino, sin otro propósito en la vida.

Según la mentalidad de estos dos exponentes del machismo (recordemos sus nombres para que no se olviden), un varón es un ser que no accedió a la escala humana. Es decir, carece de raciocinio, voluntad, conciencia y capacidad de elección. Ante la llamada instintiva del sexo necesita responder urgentemente y sin miramientos. Si no hay prostíbulos, viola. Una mujer es un agujero, no más que eso. Y debe estar dispuesta y disponible. Por las buenas o por las malas. Si es por las “buenas” se dirá que “eligió” un trabajo, que es “dueña de su cuerpo y hace con él lo que quiere”, como muchos “progresistas” y cultores del “pensamiento correcto” suelen afirmar. Por lo tanto, una política igualmente “progresista” sería la de proveerlas de libretas “sanitarias” (para proteger, sobre todo, la salud del hombre) y otros “beneficios sociales”. Y si es por las malas, serán secuestradas, golpeadas, drogadas, domesticadas, domadas y, de última, asesinadas.

El intendente Villalba, muy macho a la hora de consumir el “producto” de la trata, resultó bastante cobarde a la hora de aceptar su propia conducta. Negó que el prostíbulo fuera un prostíbulo y que la trata fuese trata. El diputado Contreras, no contento con su consigna de “más prostíbulos, menos violaciones”, propuso que se construyan aún más burdeles en la zona en vista de la gran cantidad de hombres que llegarán para la construcción de dos represas. Debería haber agregado una “sugerencia”: de no habilitarse esos prostíbulos, padres y madres cuiden a sus hijas. Los que llegarán no serán trabajadores sino violadores en celo.

Repito: estos dos son botones de muestra. Dos machos que insultan a aquellos hombres que procuran hacer de la masculinidad una condición nutricia, fecunda y trascendente. Pero ilustran muy bien por qué la trata de personas se extiende sin remedio aparente, sin decisión política de atacarla desde el Estado y sus instituciones. Es una industria monstruosa que crece al amparo de sus lazos con políticos y funcionarios, un negocio del que suelen participar, según se ha denunciado mil veces, la policía y la justicia y, finalmente (pero no lo menos importante, sino todo lo contrario), es un aberrante negocio que cuenta con un amplio y “democrático” mercado: sus consumidores abarcan todas las edades, las clases sociales, los niveles culturales y económicos.

Tan culpables como los tratantes, los consumidores se disfrazan a menudo bajo la máscara de buenos padres de familia, eficientes profesionales, honrados comerciantes y, desde ya, prominentes políticos. Todos ellos confirman lo que el entonces ministro sueco de Democracia, Asuntos Urbanos, Integración e Igualdad de Géneros, Jens Orback, dijo en 1999: “La prostitución es una forma moderna de esclavitud y de violencia hacia las mujeres. Comprar el cuerpo de otra persona es siempre una forma de violencia”. Algunos de estos violentos y esclavizadores ocupan cargos a los que llegan por elección. Los votan quienes eligen no saber. Hasta que les toque a sus hijas.




http://www.sergiosinay.com

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