Aprende a hablar con amor y dulzura, no sólo a los seres humanos sino también a los animales, a las flores, a los pájaros, a los árboles, a toda la naturaleza, pues es una costumbre divina. El que sabe pronunciar palabras que inspiran, que vivifican, posee una varita mágica en su boca, y nunca pronuncia estas palabras en vano porque siempre, en la naturaleza, uno de los cuatro elementos, la tierra, el agua, el aire o el fuego, están ahí, atentos, esperando el momento de realizar todo lo que hemos expresado. Puede ocurrir que la realización se produzca muy lejos de aquél que ha proporcionado los gérmenes, pero sepan que siempre se produce.
Así como el viento transporta las semillas y las siembra muy lejos, también nuestras buenas palabras vuelan y producen lejos de nuestros ojos resultados magníficos. Si aprendes a dominar tus pensamientos y tus sentimientos, a ponerlos en un estado de armonía, de pureza, de luz, tu palabra producirá ondas que actuarán benéficamente sobre toda la naturaleza.
Omraam M. Aivanhov.
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