Y cuando llega el punto en que has caído presa de tu propia imaginación, y te has vuelto un león, y sale de ti un rugido auténtico, de pronto estás transformado. En ese rugido, todo el odio, la ira, el sexo, desaparece, y caes en un silencio profundo que nunca has conocido.
En los viejos monasterios tibetanos tienen una habitación especial con muchos espejos. Siempre que alguien está sufriendo por algo como la ira, el odio o los celos, es enviado a esa habitación de los espejos y tiene que permanecer allí hasta que llegue a un clímax. Y cuando llegue al clímax, todo el monasterio lo sabrá, porque habrá un león auténtico rugiendo allí. Para nosotros, se ha vuelto loco. Todo el monasterio se congregará y acogerá al hombre, que saldrá siendo un hombre totalmente diferente. Puede que tarde tres días, puede que tarde siete días. Se le lleva comida, pero no se le permite salir. Tiene que perseverar imaginando que es un león, hasta que desde las raíces mismas del inconsciente salga el rugido. Todo el cuerpo está implicado, cada una de sus células; cada célula en él ruge, y en ese rugido se expulsa todo. Es la catarsis más profunda posible. Y nunca volverás a ver enfadado a ese hombre, porque el veneno ya no está ahí. Por primera vez, el rostro se volverá humano.
Tu rostro no puede ser humano, porque hay innumerables cosas reprimidas en él. Los celos, el odio, la ira que has reprimido están ahí: capas y más capas están ocultas bajo la piel. Forman tu rostro. Pero pueden sacarse..., simplemente con esta imaginación, esta imaginación dirigida".
Osho, El Libro de los Secretos
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