Un día Nasrudin estaba en un banquete cuando observó a un hombre ricamente vestido llenando de comida sus bolsillos.
—Es para mi esposa, no podía venir así que le dije que le llevaría a casa algo de comida, se excusaba al advertir ser descubierto.
Sin decir palabra, Nasrudín abrió el bolsillo del hombre y vertió en él un puchero de té.
—¿Qué estás haciendo?, gritó el avaro.
—Cuando tu mujer se haya comido todo eso, tendrá que beber algo, contestó el Mullah.
VÍA CHESAUDADE
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