El vecino del viejo, un hombre mentiroso y malvado, al verlo, se llevó al perrito, lo llevó al campo y le hizo buscar oro.
Cuando el perro se puso a labrar en un lugar determinado, el mentiroso empezó a cavar, y lo que salió fueron serpientes y sapos. El mentiroso se enfadó y mató al perro.
El viejo labrador estaba tan abatido por la perdida del perro, que se lo llevó y plantó un arbol junto a su tumba. El arbol brotó rapidamente y con la madera hizo un mortero en el que preparar pastelitos de arroz que eran los favoritos del perro. Pero para su sorpresa, los pastelitos se empezaron a convertir en monedas de oro. Cuando se enteró el mentiroso, le robó el mortero, sin embargo, en lugar de convertirse en monedas de arroz se convertía en lodo. El mentiroso, enfurecido quemó el mortero, y el viejo labrador, de nuevo apenado, se llevó las cenizas y las tiró sobre un campo de rabanos que también le gustaba al perrito para que crecieran sanos y fuertes, pero una racha de viento se lo llevó a un cerezo muerto.
Y sucedió otro milagro, el cerezo cobró vida y empezaron a brotar flores de un rojo intenso. El rumor de que había un viejo que revivía cerezos con unas cenizas magicas llego hasta el oido del emperador, que le mando a llamar al viejo labrador. Cuando el viejo iba a mostrar las cenizas al emperador el mentiroso apareció y le robó algunas cenizas. Se anticipó al viejo y fue a enseñarle las cenizas al emperador. Cuando el emperador le dijo que hiciera una demostración el mentiroso, con las prisas, se tropezo y le tiró las cenizas al emperador.
El emperador, como castigo de su insolencia le ordenó que lo pagará con su vida.
*El envidioso es el único que sufre por su envidia.
Leyenda de Japón.
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