Aunque ninguno de estos los inductores de la infidelidad la justifican, es un fenómeno evidente que la precipitan y la hacen más probable:
1- Infravaloración del otro. Es fácil sentirse atraído por alguien que te valora.
2-Monotonía. Cuando cada escena de la relación sé convierte en un “deja vu”, dan ganas de salir huyendo.
3-Carencias afectivas y/o sexuales. Es tentador dar un bocado a algo suculento, cuando el hambre aprieta.
4.-Neurosis temporal. El coqueteo con alguien más joven, alivia el miedo a la vejez, aunque a veces termine por acelerarla.
El hombre (o la mujer) infiel se con el tiempo se transforma en un personaje digno de lástima: su pareja se convierte en el circo del engaño y su vida amorosa-sexual en un tortuoso secreto.
Escaparse del fracaso matrimonial por la ventana del adulterio, implica tirarse sin paracaídas al abismo infernal del autoengaño.
Plano sin fin
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