La Luna y el Sol simbolizan los arquetipos ideales. Contienen todos los secretos de la existencia en perfecto equilibrio: lo inexplicable frente a lo resuelto, lo oculto frente a lo evidente, etc.
En un análisis psicológico la Luna representa a nuestro niño interior, el personaje que tuvo que crearse el niño para sobrevivir en un entorno incapaz de comprender. El Sol es nuestro ser esencial, el que marca la dirección del desarrollo hacia nuestra propia adultez. La relación entre ellos nos da la medida del desarrollo armónico de la persona en su totalidad. Por eso es natural que, al hablar de uno de ellos, sea inevitable recurrir al otro en más de una ocasión para que haya una coherencia.
Cuando en una pareja se establece una buena conexión entre el niño de uno y el adulto del otro, este último favorecerá el desarrollo y crecimiento del primero. Se trata de una conexión profunda que puede vivirse como muy significativa.
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Dijo el capitán del navío: “No importan las tormentas cuando internamente hay un buen equilibrio entre la acción y la recepción”
El amor no se busca desde el ego, se busca desde el ser. Significa que no hay que buscarlo desde tu niño interior, sino desde tu Sol interior
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