A lo largo de nuestas vidas, vamos creando anclas. Para lo bueno y para lo malo. Lanzamos tantas anclas que hasta que no encallamos no somos conscientes de todo lo que nos ata.
Y cuando ya no avanzamos sufrimos crisis inmensas. ¿Cómo reconocer en los peores momentos aquello que nos ata si ni siquiera hemos aprendido a saber que vivimos atados? ¿Cómo ver los barrotes de nuestra jaula cuando la jaula es nuestro mundo y nunca salimos de ella?
Yo estoy aprendiendo lo que la perspectiva implica en mi vida. Cuando, por casualidad, descubría que existía empecé a practicarla. Es cómo salirme de mi misma para verme desde fuera y poder evaluar la situación como lo haría un tercero. Por aquello de que vemos mejor la paja en el ojo ajeno que en el propio. ¡Perspectiva!
Y como salirme de mi misma aún no sé pues me salgo de donde estoy. Es decir, me salgo de casa, o me marcho a otro lugar, cualquier excusa es buena para ver desde fuera. ¡Con perspectiva!
Por eso la naturaleza y la montaña me gustan tanto. Tan pronto como subo una colina o un risco puedo ubicarme arriba y colocarme a mí misma en la última situación que me surja en mete y colocarla abajo. Y zas, ocurre. ¡Ver con perspectiva!
Nadie mejor que yo para saber cuando he encallado en aguas revueltas, cuando ha llegado el momento de desplegar las velas y surcar nuevos mares. Pero a menudo este proceso no está claro y aparece el miedo. ¿Será América o las Indias lo que hay al otro lado del horizonte? La incertidumbre de lo desconocido.
Pero si Colón no lo pensó dos veces…yo tampoco. ¡A por la perspectiva!
Escribe un poema y tu vida se hará poesía…
Itziar Azkona
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