Desde niño he escuchado con cierta intriga la frase popular que afirma que “La verdad duele pero no ofende”, en referencia a que llamar las cosas por su nombre puede no ser placentero, pero no por ello debería herir susceptibilidades.
Si bien entiendo que el proverbio describe el superficial dolor del ego u orgullo, eso no quita que siempre me haya costado asimilar esta idea como un axioma válido. Para tratar de comprender mejor el tema recurro, como siempre, a las enseñanzas espirituales.
Satya es la palabra sánscrita para definir ‘verdad’, uno de los requisitos fundamentales para cualquier práctica espiritual correcta, que implica veracidad de palabra, pensamiento y acción. En la filosofía de la India, la observancia de satya está destacada, por ejemplo, entre las reglas éticas (yama) del Ashtanga Yoga que explica el sabio Patañjali.
A este respecto, la verdad es considerada una cualidad positiva y, por tanto, no debería causar daño. Si aceptamos este precepto, sólo se puede considerar comoVerdad aquello que genere consecuencias positivas, es decir que ayude a las personas a ser más felices (en el sentido profundo de evolucionar como personas).
Sin embargo, tal como experimentamos la idea de ‘verdad’ en el día a día, es evidente que lo que es verdad para una persona, puede traer el perjuicio para otra. Este desequilibrio no se pone en discusión porque, en general, consideramos verdad lo que nos parece objetivamente demostrable y, por ende, “no ofende”. Pero todos sabemos que “sí duele y ofende”.
¿Cómo es posible, entonces, que una cualidad positiva como la verdad hiera?
Planteo un ejemplo: si hay una persona que es objetivamente fea, basándonos en los estándares de belleza de nuestra sociedad actual, ¿tiene uno derecho a decirle a esa persona que es fea, sencillamente porque es ‘verdad’? Me parece claro que decirle a alguien que es feo por motu proprio no es ‘verdad’, sino más bien malicia.
Swami Satchidananda, en sus comentarios a los Yoga Sūtra de Patañjali, dice sobre el cumplimiento desatya que “un voto de absoluta honestidad significa que ya no podemos decir tampoco mentiras blancas”.
Ahora, supongamos entonces que la persona del ejemplo anterior nos pregunta si es o no es fea. Uno está obligado a contestar, ¿qué hace? ¿Se escuda en la bandera de la verdad objetiva o dice una ‘mentira piadosa’?
Sobre esto, Swami Satchidananda agrega: “Si siendo honestos causaremos problemas, dificultad o daño a alguien, debemos quedarnos callados”.
En este sentido, Sri Dharma Mittra aconseja usar el discernimiento y advierte que “si alguien será herido por la verdad, entonces el principio de no-dañar (ahimsa) debe primar sobre satya, por lo que es mejor guardar silencio”.
Asimismo, Dharma Mittra explica que satya también implica “mantener silencio cuando sea posible, pues las personas habladoras suelen exagerar”. Y agrega, “para comprender la verdad, uno debe hablar la verdad”.
En conclusión, la enseñanza espiritual dice que hacer hincapié o destacar las cualidades negativas de una persona no es correcto (al menos como regla general). Es decir que no se justifica por el sólo hecho de ser ‘verdad’.
Esta regla no significa que uno deba ir por ahí diciendo ‘medias verdades’ sólo para agradar a los demás, sino que con el firme compromiso de ser veraz, uno también sea capaz de priorizar el bienestar ajeno sobre aquello que, a veces, considera una verdad objetiva.
por Naren Herrero
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