El ego nunca está conforme con nuestros logros, con nuestro aspecto o con el momento presente tal como es. Y nos fija metas un poco más exigentes a medida que vamos progresando. Nunca colmaremos sus exigencias, nunca estaremos a salvo de sus críticas. Es necesario comprender que el camino que nos exige recorrer no nos conduce al bienestar que anhelamos, sino que se convierte en una búsqueda que nunca termina.
En cambio la felicidad es otra cosa.
Es disfrutar plenamente de cómo somos hoy y de lo que ya disponemos ahora. Y esto solo depende de tener un elevado nivel de autoestima y de nuestra capacidad de experimentar con atención cada momento.
La experiencia de tomar un té, por ejemplo, es similar para un rico que para un pobre. Se trata simplemente de hacer una pausa, relajarse, y disfrutar del té. Es más o menos la misma experiencia para mí que para una estrella de rock.
Lo mismo puede decirse de dormir la siesta, tomar una ducha, mirar una película, o tomar un helado.
Axel Piskulic
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