—¿Por qué vive usted en el desierto? –preguntó el caballero.
—Porque no consigo ser lo que deseo.
—Nadie lo consigue. Pero es necesario intentarlo –insistió el caballero.
—Imposible. Cuando empiezo a ser yo mismo, las personas me tratan con una reverencia falsa. Cuando soy sincero en relación a mi fe, entonces ellos empiezan a dudar. Todos creen que son más santos que yo, pero se fingen pecadores por miedo a insultar mi soledad. Intentan mostrar todo el tiempo que me consideran un santo, y de esta manera se transforman en emisarios del demonio, tentándome con el orgullo.
—Tu problema no es intentar ser quien eres, sino aceptar a los demás como son. Actuando así, es mejor continuar en el desierto –dijo el caballero, alejándose.
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