Estamos invadidos por máquinas. Apretamos un botón y tenemos un mundo a nuestro alcance. Pero seguimos más tristes y solos que nunca y no se calma la sed de nuestro corazón. Procuremos que no se oxide como hierro sin destino. Procuremos que no lo endurezca el trabajo o el egoísmo, la soledad o el odio. Procuremos que siga latiendo siempre al lado de otro corazón. Aquello que está en movimiento y se utiliza, ni se oxida ni se atrofia. Es preciso realizar un buen mantenimiento de nuestro mundo afectivo y no hay mejor mantenimiento que la acción.
La vida es como ir en bicicleta: uno se cae si deja de paladear. Si la función hace al órgano, dice la medicina, el buen cuidado de nuestra salud psicoecoafectiva será posible si aprendemos a entender el valor de nuestras emociones y sentimientos y a darles salida mediante una acción generosa y solidaria.
Del libro: "La ecología emocional."
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