CONCHA BARBERO
Si una casa humilde es habitada por personas felices habrán ido dejando sus productos químicos: “los depósitos de buenos sentimientos en cada rincón y hendidura”.
Si se entra en una casa lujosa y bien decorada cuyos propietarios están siempre peleándose, infelices y viven tensos podemos desear darnos media vuelta, porque olemos la tensión en el aire e inhalamos estos agentes contaminadores mentales producidos por los anfitriones.
“Ambas visitas pueden cambiar su bioquímica y, con ello, su humor”, afirma Moritz.
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