jueves, 18 de octubre de 2012

Curso básico de creación de la realidad. Clave 8.Gregg Braden.




En las enseñanzas del budismo Mahayana, se cree que la realidad solamente puede existir en donde nuestra mente pueda crear un enfoque. De hecho, la sabiduría sugiere que tanto el mundo de la forma pura y el mundo amorfo, fueron el resultado de un modo de conciencia llamada "imaginación subjetiva."

Aunque cualquier experiencia ciertamente nos parece muy real, solamente cuando dirigimos nuestra atención, mientras sentimos algo respecto al objeto de nuestro enfoque, es que una posible realidad se convierte en una experiencia "real". Excepto por una ligera variación en el lenguaje, esta antigua tradición suena bastante parecida a la teoría cuántica del siglo XX.
Si todo lo que se debe y lo que no se debe hacer en las posibilidades cuánticas es cierto y la emoción es la clave para escoger la realidad, entonces, la pregunta es: ¿Cómo hacemos para sentir que algo ha ocurrido cuando la persona que está a nuestro lado nos mira de frente y nos dice que no ha ocurrido?" Por ejemplo, ¿nos estamos engañando cuando decimos que un ser amado ya está curado, mientras estamos haciendo guardia en cuidados intensivos en un hospital cualquiera?

La ironía de esta última pregunta es que su naturaleza intrínseca elude una respuesta única.

En un universo de muchas realidades posibles, hay numerosas respuestas potenciales. En algún lugar, entre todas esas realidades alternas, existe un escenario en donde la curación de nuestro ser querido ya ha ocurrido. En algún lugar existe una realidad en donde la enfermedad jamás ha ocurrido.

Por razones que jamás podríamos conocer o comprender, sin embargo, éste no es el resultado que ha sido concientizado, no es la realidad que yace sobre una camilla al frente nuestro.

La respuesta a nuestra pregunta se reduce a lo que creemos respecto al mundo y a nuestro poder de escoger. La respuesta sería entonces: "¿Cuál posibilidad escojo? ¿Cuál realidad escoge nuestro ser querido o el doctor que lo atiende?" Para responder a esto, debemos primero reconocer que tenemos el poder de tomar dicha decisión.

Al igual que la historia de Neville del joven que estaba gravemente enfermo, el presente no está grabado en piedra. Más bien, parece ser suave y maleable, puede incluso cambiar cuando parece que no hay razón para hacerlo. En el relato de Neville, los doctores del joven habían realizado un diagnóstico (escogieron una realidad) con un resultado esperado. Sin saber que él tenía la opción de escoger, el hombre les creyó al principio y acogió su versión de la realidad. Fue solamente cuando le fue ofrecida otra posibilidad y él la aceptó, que su cuerpo respondió a su nueva creencia, y lo hizo rápidamente.

Einstein proclamó su frase célebre que decía que no podemos resolver un problema mientras estemos en el mismo nivel de pensamiento que cuando lo creamos. De forma semejante, no podemos cambiar una realidad si permanecemos en la misma conciencia que la creó. Para asegurar una de las muchas posibilidades descritas en las teorías de las realidades de Copenhague, de los mundos múltiples y de Penrose, debemos localizarla con precisión. Y logramos esto a través de la forma como la "observamos," es decir, como nos sentimos al respecto en nuestras vidas.

Una vez que reconocemos que podemos escoger en función de lo que vemos como nuestra realidad, son comunes las siguientes preguntas: "¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo podemos ver a alguien sano cuando el cuerpo de esa persona luce enfermo?" La respuesta comienza con nuestra voluntad de ver más allá de la ilusión de lo que el mundo nos está mostrando. En el ejemplo de la enfermedad de nuestros seres queridos, somos invitados a ver más allá de la enfermedad que está experimentando, pensando en ellos ya sanos y sintiéndonos como nos sentiríamos con ellos ante esta nueva realidad.

Sin embargo, para escoger esta posibilidad, debemos hacer más que simplemente pensar en esta nueva forma de ser o desear que la recuperación de nuestro ser ya haya ocurrido.
Ésta es quizá la mayor advertencia de esta forma de ver el mundo, y de aquella que puede presentar el mayor peligro. En nuestro temor de perder a las personas, lugares y cosas que más apreciamos, yace la tentación de lidiar con la magnitud de la situación negando la realidad que se nos presenta ante nosotros, diciendo que no lo creemos. Pero, a menos que también tomemos las acciones que reemplacen esta atemorizante realidad por la curación, nuestra negación nos conduce a producir algo más que frustración y desengaño.

Personalmente, he experimentado la pérdida de amigos que cayeron en esa trampa y ya no están en este mundo. Aunque ellos son los únicos que saben lo que en verdad ocurrió en sus corazones y mentes antes de morir, tuve la oportunidad de ser testigo de algunos de los sufrimientos por los que pasaron en razón de sus creencias. "Si soy un ser tan poderoso," razonaban, "¿por qué sigo padeciendo esta enfermedad?

He cambiado mis creencias... ¿por qué no me he curado?"

Este tema es profundo, personal y delicado. Y la respuesta puede a menudo atraer sentimientos intensos en discusiones sobre qué "es," cómo parece funcionar el universo y en dónde tiene cabida Dios en todo esto. El punto crucial es: hay un equilibrio fino y delicado entre simplemente escoger una nueva posibilidad y seguirla de verdad con pensamientos, sentimientos y creencias que despierten ese resultado como una nueva realidad.


Clave 8: ¡No es suficiente simplemente decir que escogemos una nueva realidad!.

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