Había una vez… una niñita que ansiaba obtener cariño y consideración de parte de sus ocupados padres. A veces, las malas notas en la escuela le conseguían un poco de atención. Otras, unas rabietas con suficientes gritos y llantos hacían que alguno de los dos se ocupara un rato de lo que le sucedía. Pero, no encontraba la forma de que se quedaran con ella el tiempo suficiente y que le dieran las caricias que anhelaba.
Hasta que un día se enfermó de una neumonía bastante seria. Sus padres se preocuparon mucho cuando estuvo internada. Finalmente, lo había conseguido. El tema fue que todo volvió más o menos a lo mismo cuando sanó. Así que, cada vez que estaba desesperada por sentir amor, recurría a la misma estrategia.
Y siguió usándola cuando creció, con sus amigos, compañeros, pareja, hijos. Cada vez surtía menos efecto porque todos se fueron cansando de sus síntomas y enfermedades, pero, para esto, ella ya se había olvidado que era un truco. El vacío que sentía se fue haciendo más y más grande. Se sentía amargada, resentida, frustrada, enojada. Sus dolencias al fin la incapacitaron e hicieron que todos la fueran abandonando progresivamente.
Hasta que una vez, una médica que la atendía, con mucho cariño pero con firmeza, le hizo comprender lo que sucedía. Ella lloró bastante al darse cuenta de cómo había seguido repitiendo una conducta que ya no le servía y que le había impedido recibir lo que tanto ansiaba. Comenzó a ir a una terapeuta y, poco a poco, fue dándose el amor y la atención que necesitaba, convirtiéndose en un ser más sano, independiente, cariñoso, creativo. Algunos empezaron a ver su cambio y se fueron acercando. Las relaciones se transformaron y se hicieron más amorosas y nutritivas. Y, colorín colorado, esto cuento ha terminado…
¿Te recuerda a alguien?
Publicado por LAURA FOLETTO
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