¿ Podríamos llevar una vida social normal si todos recordáramos nuestras faltas del pasado y conocieramos la de los otros? Y aquellos que fueron poderosos, ¿ no querrían reclamar sus riquezas materiales, sus tierras, o tal vez países enteros, amparados en sus títulos del pasado?. El recuerdo en nuestras anteriores personalidades traería graves inconvenientes, pues podría en algunos casos humillarnos profundamente, y en otros exaltar nuestro orgullo y esclavizar nuestro albedrío.
No en vano la figura del olvido está presente en todas las culturas, tanto en la hebrea como entre los griegos y los hindúes. En La República, Platón relata que las almas, antes de volver a la vida, se encaminan juntas a la llanura del Leteo. Allí corre el río Ameleto, cuyas aguas no pueden ser recogidas por vasija alguna. Es preciso que todas las almas beban de esta agua cierta cantidad, pero aquellas que por imprudencia beben más allá de la medida pierden absolutamente la memoria.
Pese al manto de olvido que cae sobre el sujeto al momento de nacer, aquellos recuerdos quedan en su estadío inconsciente o subconsciente de la memoria del individuo y, de una manera u otra, inciden en su vida actual.
Esta amnesia es indispensable para asumir la nueva personalidad. No solo se olvidan los hechos de la anterior encarnación, sino también la angustia y la nostalgia que provocan la pérdida de un mundo de luz y de amor como lo es el mundo de la esencia espiritual.
El olvido nos permite recomenzar de cero, en igualdad de condiciones, sin prejuicios. Al nacer todos iniciamos una nueva vida, una nueva experiencia una posibilidad de rectificación de nuestros caminos.
De igual manera, no recordamos lo que hemos aprendido y , sin embargo, ese conocimiento se mantiene intacto. El aprendizaje alcanzado en vidas previas se manifiesta a través de aptitudes o habilidades innatas para realizar determinadas actividades o emprender estudios especiales. La facilidad que tienen algunas personas para entender un idioma que escuchan por primera vez en señal que ya han estado en contacto con él en una existencia anterior. Los niños prodigio son el ejemplo clásico. Es como si ellos no hubieran bebido de la copa del olvido. Cicerón decía que la velocidad con que aprenden los niños es una prueba de que los hombres saben casi todo antes de nacer, Platón afirmaba que el conocimiento fácilmente adquirido es aquel que se ha obtenido en una vida anterior. Aprender es recordar.
José Luis Cabouli.
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