Era un discípulo que siempre estaba experimentando con unas y otras vías de liberación, con unos y otros métodos de autodesarrollo, con unas y otras técnicas de evolución espiritual y sosiego interior. Así llevaba años: tanteando y tanteando. El maestro ya le había dicho:
-Necesitarías cien vidas para probar todas las vías, métodos y técnicas. Selecciona un poco más y profundiza. Pero cedía ante su tendencia promiscua de cambiar de sistema espiritual, de doctrina y de método. Quizá nadie conocía tantos métodos como él, pero su mente apenas se había modificado. Un día, él mismo se dio cuenta de que no había evolucionado prácticamente nada y de que le faltaba la serenidad interior. Se lamentó ante el maestro:
-Estoy apenado. ¡Qué poco he avanzado!
Entonces el mentor sintió que por primera vez podría remover los fosilizados parámetros mentales del discípulo y le dijo:
-Amigo mío, has sido un necio. Ahora te lo puedo decir, porque parece que empiezas a entender por qué no comprendías. ¿Sabes cómo has procedido? Como la persona que quiere encontrar agua y comienza a hacer pocitos y más pocitos, pero de tan escasa profundidad que no puede hallar agua. En cambio, si su esfuerzo lo hubiera invertido en hacer un solo pozo, habría encontrado mucha agua. A ver si ahora rectificas y haces un pozo que merezca la pena
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