Un discípulo que amaba y admiraba a su maestro, decidió observarlo hasta en los más mínimos detalles, suponiendo que al repetir sus movimientos y actitudes, lograría adquirir su misma sabiduría.
El maestro solo usaba ropas blancas, y el discípulo empezó a vestirse de la misma manera.
El maestro era vegetariano, con lo que el discípulo dejó de comer todo tipo de carne, sustituyéndola en su alimentación por hierbas variadas.
El maestro era un hombre austero, por lo que el discípulo se dispuso a dormir de ahí en adelante en una cama de paja.
Después de algún tiempo, el maestro notó el cambio de comportamiento de su discípulo, y fue a ver lo que estaba ocurriendo.
–Estoy subiendo los peldaños de la iniciación –fue la respuesta–. El blanco de mi ropa muestra la simplicidad de la búsqueda, la alimentación vegetariana purifica mi cuerpo, y la falta de comodidades permite que me concentre apenas en los asuntos del espíritu.
Sonriendo, el maestro lo condujo hasta un campo en el que pastaba un caballo.
–Has estado todo este tiempo mirando solo hacia fuera, cuando eso es lo que menos importa –dijo.
–¿Estás viendo aquel animal de ahí?– continuó- Tiene la piel blanca, come solo hierbas, y duerme en un granero sobre la paja del suelo. ¿A ti te parece que tiene cara de santo, o que un día llegará a ser un verdadero maestro?
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