Se tiene un fino oído para el ruido de las cadenas
si alguna vez se ha llevado una.
FRIEDRICH NIETZSCHE
No hay peores cadenas que aquellas que uno no sabe que está llevando.
Porque hay carceleros que son sutiles y que cubren las cadenas con miel, o
con finos tejidos de seda. Para detectar las cadenas hay que tener un fino oído,
una sensibilidad especial y un gran valor. Cuando uno se da cuenta de que le
han encadenado y que se ha dejado encadenar, ya no podrá vivir en el engaño
y pasará a la acción.
Para protegernos del dolor nuestra mente es capaz de tejer mil historias que
justifican nuestras cadenas. Como una madre sobreprotectora, intenta que no
suframos demasiado. Pero siempre llega un momento en el que despertamos y
entonces, las cadenas nos pesan, y las personas que nos han encadenado
dejan de gustarnos. No obstante, lo peor es lo que sentimos hacia nosotros
mismos por haberlo permitido: autosabotaje, traición, decepción, ira, tristeza,
desengaño. Es preciso liberarse. Podemos culpar a los demás de nuestras
cadenas, pero somos nosotros los responsables de continuar llevándolas una
vez nos hemos dado cuenta de su existencia
DE JUNTOS PERO NO REVUELTOS
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