Un labrador con la esposa enferma llamó a un sacerdote budista a su casa. El sacerdote comenzó a rezar pidiendo que Dios curase a todos los enfermos.
Un momento —interrumpió el labrador—. Yo le he pedido que rece por mi esposa, y usted está pidiendo por todos los enfermos; puede acabar beneficiando a mi vecino, que está enfermo también, pero que no me cae nada bien.
Tú no entiendes nada de curas —dijo el monje, alejándose—. Al rezar por todos, estoy uniendo mis preces a las de millares de personas que están ahora pidiendo por sus enfermos. Sumadas, estas voces llegan a Dios y benefician a todos. Divididas, pierden su fuerza, y no llegan a ninguna parte.
www.paulocoelhoblog.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario