Imagina a un gusano que haya nacido dentro de un rábano. El gusano permanece ahí y supone que todo el mundo es amargo, oscuro y pequeño como el rábano en el que nació. Sin embargo, cuando dicho gusano logra perforar la cáscara del rábano, se impresiona y dice: “Pensé que todo el mundo era igual que el rábano en el que había nacido, pero ahora veo ante mí un mundo grande, iluminado y hermoso”.
De forma muy similar a este gusano, se encuentran aquellos de nosotros que están sumergidos en bloqueos emocionales y espirituales. Debemos recordar que hay que seguir trabajando en perforar esta dura cáscara y confiar en que hay algo mejor para nosotros allá afuera. Porque siempre lo hay.
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