Miguel Arguedas
¿Te has preguntado por qué una persona parece estar siempre rodeada de salud, riqueza y prosperidad donde sea que vaya, mientras que otra no lo logra?
Pues claro, la diferencia es que al segundo lo acompaña la mala suerte y al otro no.
¿Y qué es la mala suerte?
Pues cuando las cosas no salen como queremos, culpamos a la mala suerte. Sin embargo, siendo objetivos, la mala suerte es la excusa perfecta para no hacernos responsables de los sucesos que nos acontecen.
Siempre que algo sale mal, existe una razón para ello. Y la gran mayoría de las veces, esa razón tiene su explicación en algún error que cometimos, o algo que dejamos de hacer. Desde luego, no podemos negar que existen cosas inevitables, pero prácticamente siempre corresponde al producto de nuestras actitudes o acciones y no tiene nada que ver con un cruel y negro destino.
¿Y qué pasa con la buena suerte? Pues de igual forma que con la mala suerte, la buena suerte corresponde al resultado de nuestras acciones o actitudes que se conjugan tal cual la ley de la causa y efecto, aunque nunca efecto de la casualidad. Cuando las cosas salen bien, es porque hicimos lo que teníamos que hacer, en la forma correcta y en el momento adecuado.
Supersticiones de la suerte
En alguna medida, muchos caemos en supersticiones de la suerte, que sin darnos cuenta, nos confunden o aferran a un objetivo confuso. Por ejemplo, casi todos tenemos una moneda o un billete de la suerte en nuestra cartera, o bien, quizás sea algún amuleto para atraer la buena fortuna, como las horribles y bien conocidas patas de conejo. Otros prefieren un llavero, una foto o un objeto religioso. Cuando tienes una cita importante, eliges tu vestido de la suerte o cuando alguien nos dará una noticia, cruzamos los dedos, o tocamos madera, como si con ese simple gesto pudiera convertir las nuevas en buenas, aunque fueran malas. Y sabrás de sortilegios mucho más asidos y complejos, como aquellos que jamás pasarían bajo una escalera, o los que se ocultan de inmediato en la cama, cuando un gato negro se atraviesa en su camino.
En realidad, si analizamos los amuletos de la suerte, encontramos que si tienen su sentido. Son inspirados en la magia blanca y como casi todo en esta corriente, no son otra cosa que formas de encauzar nuestra propia energía. Porque en realidad la buena o mala suerte, aunque pueda tener algo de casualidad, no es más que el resultado de nuestras acciones.
Por ejemplo, vas a una entrevista y no te dan el trabajo, te involucras en un problema legal, pierdes el autobús, chocas tu automóvil, se te quema la comida y podría mencionar miles de ejemplos. ¿Son estos ejemplos de mala suerte? ¡No lo creo!
Pues bien, ya deja de echarle la culpa de tus desgracias a la suerte, tendrás que hacerte responsable. Pero lo bueno es que puedes crear tus nuevas circunstancias y que estas sean más favorables.
Una vez un espectador de golf en Suráfrica, observó con curiosidad un joven practicando su lanzamiento corto al hoyo. El espectador se acercó al joven y le dijo: “Estimado, lo observo hace un largo tiempo y veo que usted tiene mucha suerte, ¡ya que las pelotas van al hoyo como si tuviera un imán!”. El joven Gary Player entonces le responde: “Sí, es verdad lo que usted dice. Para ser sincero, cuanto más practico, más suerte tengo.”
Así que si lo planteamos de esta forma, la suerte si existe. Tú eliges si la deseas buena o mala.
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