“El cuerpo físico no es más que un vehículo, un instrumento. Para que la conciencia, que es la manifestación del espíritu, pueda contactar con el mundo físico, debe habitar en un tabernáculo de materia física”
Meditación de J.I. Wedwood
El cuerpo es solo un envase con etiquetas que se van colocando las personas, influenciadas por la imagen que vende la sociedad, el excesivo consumismo de cosas materiales.
Lo esencial es el contenido que guarda ese envase, que a veces no muestra por fuera lo que realmente contiene, o que lo muestra de una manera exagerada. Sin esa esencia, no existiría el envase.
Lo triste de esto es que mucha gente piensa solo en cuidar el recipiente, olvidándose del interior, alejándose cada vez de lo que era, de la verdadera esencia que una persona trae cuando nace, y que se va perdiendo a medida que pasa el tiempo. Evaporándose el contenido, y quedando el envase cada vez con menos, hasta llegar a un punto en el que solo hay vacío.
Si el envase no se encuentra en buenas condiciones, o no cumple la función para la cual existe, el contenido se deteriora por factores externos. Por lo tanto ambos son importantes, van juntos, pero deben encontrarse en equilibrio.
La calidad del producto lo hace el conjunto, pero lo que hay que recordad es que esencialmente lo que tiene valor es el interior. El envase debe conservarse para que el contenido este apto al momento de abrirlo, y así poder usar ese potencial en la vida, que se encuentra guardado en lo más profundo… pero vale la aclaración de que el contenido va a estar apto para su uso, siempre y cuando, haya sido elaborado mediante procesos de calidad, en su tiempo y forma.
En conclusión hay que cuidar de ambos, pero sabiendo que lo más significativo está en el interior, sin dejarse influenciar por lo externo, por lo material. Porque según una frase que alguna vez leí, lo más importante en la vida no se puede comprar con dinero…
María Eugenia Bany
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